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Fundación Cy Twombly VS Louvre. La moraleja de la historia

El reciente tira y afloja entre la Fundación Cy Twombly y el Museo del Louvre se ha convertido en un «asunto de Estado», también debido a la solicitud de intervención de la ministra francesa de Cultura, Roselyne Bachelot, realizada por la Fundación que representa al artista.

La historia, ya de por sí fascinante, se vuelve aún más interesante por el calibre de los retadores y la dificultad objetiva de encontrar un punto de encuentro entre sus dos voluntades, opuestas y obviamente irreconciliables. La propensión de ambas partes a dar a conocer sus razones y a hacer declaraciones vitriólicas a través de los medios, en este punto, solo puede ayudar.

2020 fue un año de «renovación» para el Museo del de París. La institución aprovechó el cierre forzado debido a la pandemia para realizar todas aquellas operaciones de mantenimiento, ordinarias y extraordinarias, normalmente relegadas a momentos muy limitados (la noche, o el día de cierre semanal) completando rápidamente actividades que, en otras circunstancias, habrían requerido mucho más tiempo.

La Salle des Bronzes antes de la reforma. Fuente: exibart.com

Entre estas intervenciones, también se incluyó la remodelación de la Salle des Bronzes, cuyo techo fue pintado al fresco por Cy Twombly en 2010, un año antes de su muerte, dando vida a la instalación de 350 metros cuadrados llamada The Ceiling [El techo], una pintura, que representa esferas flotantes sobre un fondo azul, enriquecida con algunas inscripciones que rinden homenaje a los escultores helenísticos.

Para evitar cualquier duda –y también para aclarar de inmediato cuál es el «corazón» de la disputa–, debe señalarse que la pintura de Cy Twombly estuvo allí y permaneció allí, tal como la creó el artista, sin cambios.

Sin embargo, el museo decidió repintar las paredes gris claro y blanco de la Sala de un rojo intenso, al igual que el suelo y los enseres, replicados de tal forma que devuelven la Salle al esplendor del siglo XIX –y, por tanto, al estado precedente a las intervenciones que datan de los años 30 y a partir de las cuales se había realizado la instalación de Cy Twombly.

Estas intervenciones han afectado claramente la armonía y el equilibrio de la sala, dando al espectador una impresión visual totalmente diferente a la del pasado. Esta circunstancia es innegable. La mayoría dirá que estos cambios han distorsionado, en cierto sentido, «la obra» del artista, refiriéndose probablemente no sólo al techo pintado por este último, sino a la Salle des Bronzes en su conjunto.

La Salle des Bronzes después de la reforma. Fuente: exibart.com

Sin embargo, ¿estamos realmente seguros de que nos enfrentamos a una intervención a la que, por invasiva e inoportuna que sea, los herederos y sucesores de Cy Twombly tienen derecho a oponerse?

Por supuesto, sería esclarecedor saber con precisión lo que se acordó contractualmente entre las partes en el momento en que se encargó la pintura. Sin embargo, a falta de más detalles, la controversia relativa a la vulneración del derecho moral del artista puede leerse en dos sentidos: 1) El de la Fundación, partiendo del supuesto de que los elementos modificados (color de las paredes, suelo, enseres) forman parte, en un sentido más amplio, de la «obra» de Cy Twombly o –más propiamente– de que su modificación consiste en una alteración de elementos «ajenos» a la obra, pero en todo caso susceptibles de envilecer y afectar, aunque sea indirectamente, la integridad del cuadro materialmente creado por el artista.

2) El del Museo del Louvre que, por otra parte, gracias a su calificación de «museo vivo», además de tener derecho a disponer libremente de sus espacios, cree poder decidir sin restricciones si y cómo gestionar sus espacios de exposición, asimilando la discrecionalidad que éste tendría para decidir el repintado de las paredes de una habitación. Sin contar que, en el presente caso, la pintura de Cy Twombly, desde el punto de vista de la entidad, ni siquiera fue tocada, sino que el objeto de la restauración era «sólo» lo que la rodea, eximiendo, a los efectos, el Museo del Louvre de la necesidad de ser autorizado por el artista a realizar los cambios previstos.

Lo único seguro, al parecer, es que este relato tendrá el mérito de ayudar a comprender hasta dónde se extiende (en sentido literal) el perímetro de protección moral que la ley sobre el derecho de autor reconoce al artista.

Miriam Loro Piana

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