Ciclos de cine y proyecciones

Kiyoshi Kurosawa: la inquietud como lenguaje del presente en Azkuna Zentroa (Bilbao)

La Zinemateka de Azkuna Zentroa dedica su tercer ciclo de cine contemporáneo japonés al maestro Kiyoshi Kurosawa (Kobe, 1955), una figura esencial para comprender las transformaciones del cine de las últimas décadas. Del 4 al 20 de noviembre de 2025, los Cines Golem Alhóndiga acogen siete títulos de su filmografía de los años noventa, proyectados en copias de 35 mm procedentes de archivos internacionales. Un gesto que, más allá de la retrospectiva, se convierte en una reivindicación: volver a mirar una obra que anticipó la ansiedad tecnológica y la soledad emocional de nuestro tiempo.

Kurosawa emergió en la escena japonesa durante los años ochenta bajo la tutela del teórico Shigehiko Hasumi, quien alentó en él una mirada estructural, más próxima al pensamiento que al género. De esa tensión entre la teoría y la pulsión narrativa nace su singular modo de entender el thriller, un cine donde el miedo no reside en la amenaza externa, sino en el vacío interior. Con Cure (1997) y Pulse / Kairo (2001), Kurosawa redefinió el horror psicológico: sus fantasmas no son espectros tradicionales, sino proyecciones del aislamiento, síntomas de un malestar que desborda las pantallas.

El ciclo que presenta Azkuna Zentroa–organizado en colaboración con Fundación Japón y otras filmotecas estatales–se centra en esa etapa de tránsito entre el siglo XX y XXI. License to Live (1998), Charisma (1999), Barren Illusions (1999) y Bright Future (2002) muestran a un cineasta que desmantela los códigos del thriller para abrirlos al absurdo, a la melancolía o incluso a la fábula ecológica. En Charisma, un árbol enfermo en medio del bosque se convierte en metáfora de la relación entre humanidad y entorno; en Bright Future, una medusa luminosa flota como emblema de una generación sin brújula.

Kiyoshi Kurosawa, ‘License to Live’, 1997 © Kadokawa Pictures. Cortesía de Azkuna Zentroa.

Las proyecciones de Eyes of the Spider y Serpent’s Path (ambas de 1998) revelan la otra cara del autor: la del moralista que observa el ciclo eterno de la venganza y el deseo. Rodadas en dos semanas, con presupuestos mínimos, estas películas demuestran cómo la austeridad de medios puede intensificar la ambigüedad moral y la densidad psicológica. En Kurosawa, los cuerpos se mueven como sonámbulos entre la culpa y la redención, atrapados en un mundo que ha perdido su sistema de coordenadas éticas.

En la pantalla, su puesta en escena respira una economía de recursos que recuerda tanto a la tradición de Ozu como a la desolación existencial de Antonioni. Los largos planos secuencia y los encuadres geométricos generan un tiempo suspendido, donde la tensión surge menos del montaje que de la espera. En ese intersticio entre la acción y el silencio,  se instala la verdadera perturbación kurosawiana.

Más de dos décadas después, sus imágenes se leen como una radiografía anticipada de la contemporaneidad: incomunicación digital, viralidad (no solo pandémica), crisis ecológicas y la deriva de una sociedad desconectada de lo humano. Si el J-Horror fue un fenómeno global, Kurosawa fue su pensador silencioso: el que entendió que el horror más profundo ya no necesita monstruos, sino pantallas vacías.

El ciclo en Azkuna Zentroa, además de rescatar copias raramente accesibles fuera de Japón, subraya la dimensión filosófica de su cine. Proyectar sus obras en 35 mm no es solo un gesto nostálgico, sino una afirmación del cine como experiencia material: la emulsión fílmica como superficie donde se inscribe la memoria colectiva. En una época de saturación digital, Kurosawa devuelve al público la posibilidad de mirar con lentitud, de pensar la imagen como un espacio de inquietud. Más que un homenaje, la retrospectiva bilbaína es una invitación a revisitar un cine que, bajo la apariencia del thriller, habla del desconcierto de vivir en un mundo sin centro.

Kiyoshi Kurosawa, ‘Bright Future’, 2003 © Bright Future Film Partners. Cortesía de Azkuna Zentroa.
Redacción

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