Anna Weyant, 'She Drives Me Crazy', 2022. Colección privada de Marc Jacobs. © Anna Weyant. Cortesía del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta la primera exposición monográfica en un museo de la artista Anna Weyant (Calgary, 1995), una de las figuras más prometedoras de la pintura contemporánea figurativa. La muestra, organizada dentro del ciclo dedicado a la colección de Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza, podrá visitarse hasta el 12 de octubre de 2025 en las salas de exposiciones temporales del museo.
Comisariada por Guillermo Solana y Elena Rodríguez, la exposición reúne 26 lienzos y obras sobre papel procedentes de la producción más reciente de Weyant. La selección ofrece una panorámica de su universo pictórico, marcado por un equilibrio entre clasicismo, ironía, belleza e inquietud. Para subrayar el diálogo con la historia del arte, sus obras se exhiben junto a cinco pinturas maestras de la colección Thyssen-Bornemisza, escogidas por la artista.
Con un estilo que remite a la tradición barroca y a las vanguardias de principios del siglo XX, Weyant actualiza los géneros clásicos desde una perspectiva contemporánea, irónica y feminista. Su obra recupera los códigos visuales de la pintura académica, pero los subvierte para retratar un mundo de mujeres jóvenes atrapadas en escenarios que oscilan entre lo cotidiano y lo perturbador.
Durante los últimos años, la artista ha desarrollado un cuerpo de trabajo centrado en la adolescencia femenina, una etapa de transformación física y emocional que retrata con minuciosidad técnica y una aguda carga simbólica. Sus personajes flotan entre la niñez y la adultez en habitaciones que parecen decorados de una película de época o de una inquietante casa de muñecas. A través de rostros inexpresivos, gestos contenidos y atmósferas densas, Weyant explora temas como la melancolía, la incertidumbre y la tensión entre deseo y control.
La muestra también incluye una selección de naturalezas muertas, donde la artista despliega su virtuosismo técnico para construir metáforas visuales sobre la fugacidad y la decadencia. Objetos aparentemente banales adquieren un carácter simbólico al borde del colapso. Esta exploración del tiempo y la transitoriedad se refuerza con la elección de obras históricas que acompañan la exposición, como El concierto (hacia 1630-1635) de Mattia Preti o Retrato de una joven de perfil con una máscara en la mano derecha (hacia 1720-1730) de Piazzetta.
La conexión con la modernidad de entreguerras se percibe en piezas como Retrato del Dr. Haustein (1928) de Christian Schad o La llave de los campos (1936) de René Magritte, donde el misterio y lo siniestro impregnan la escena. Cierra este recorrido La partida de naipes (1948-1950) de Balthus, con su inquietante visión de la juventud.
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