Vista de la obra de Ahmad Al-Adawi en el Pabellón Valencia de La Bienal de Gaza. Cortesía del artista y The Grapa.
En tiempos de narrativas monolíticas, la Bienal de Gaza irrumpe como un acto de dislocación necesaria. Frente al relato dominante que reduce Gaza a cifras y escombros, el Pabellón de Valencia —uno de los primeros en Europa dentro de esta bienal descentralizada, que tiene el objetivo de mostrar obras producidas en Gaza en el ámbito internacional— se alza como un gesto de resistencia, un puente entre territorios fracturados y una audiencia que aún puede mirar con atención.
Organizado por The GRAPA (Galería de Artistas Rebeldes y Arte Político), el pabellón abrió sus puertas al público el 20 de junio de 2025 y se estructura en dos capítulos expositivos. El primero, una muestra colectiva que se extiende hasta el 30 de agosto, reúne las obras de Jehad Jarbou, Liza Madi, Aya Juha, Hazem Al-Zomor, Ahmad Al-Adawi y Osama Hussein. Esta exposición cuenta con el comisariado de Larissa-Diana Fuhrmann, Salma Alhakim y Verónica Revuelta Garrido. El segundo capítulo, del 1 al 30 de septiembre, está dedicado a una exposición individual del artista Hamada El Kept.
Bajo el enfoque curatorial de la colectiva, el Pabellón de Valencia propone una mirada alternativa y profundamente humana sobre Gaza, alejándose de la retórica mediática y los marcos simplificadores. Aquí, las voces de artistas gazatíes se expresan no con declaraciones, sino con gestos plásticos, imágenes persistentes y lenguajes que atraviesan el desarraigo y el duelo sin perder la potencia poética.
Las obras no buscan ilustrar el sufrimiento, sino encarnar el complejo tejido de emociones que acompañan al desplazamiento: la rabia contenida, la ternura inquebrantable, la memoria en disputa. A través de dibujo, fotografía y medios digitales, el pabellón despliega una cartografía sensible de vidas fracturadas, pero no silenciadas.
En muchos casos, las piezas han sido creadas o transmitidas desde la distancia, ante la imposibilidad de lxs artistas de desplazarse. Algunas fueron reconstruidas a partir de fragmentos, otras enviadas digitalmente, lo que confiere a la muestra una dimensión cargada de una presencia insistente. En este contexto, el acto de exponer se vuelve también un acto de solidaridad, una forma de resistir al olvido.
The GRAPA —ubicada en el barrio de Ruzafa, en Valencia— se convierte en un espacio de resonancia, donde la distancia entre Gaza y Europa se vuelve permeable, y donde el arte actúa como vehículo de memoria y reconocimiento. Lejos de su lugar de origen, estas obras encuentran una nueva forma de presencia, sin perder su arraigo.
El público es llamado no solo a mirar, sino a detenerse, a escuchar. ¿Qué implica observar desde aquí lo que ocurre allá? ¿Cómo mirar sin apropiarse, sin trivializar? El Pabellón de Valencia no da respuestas cerradas, pero sí abre una posibilidad de relación: una en la que el arte no se limita a representar lo real, sino que lo transforma, lo traslada, lo hace respirar en otros cuerpos y lenguajes.
En este gesto, la Bienal de Gaza afirma el poder del arte para atravesar fronteras, sostener memorias y construir comunidad más allá de las ruinas. El Pabellón de Valencia, en su compromiso radical con esa visión, es más que una exposición: es un espacio de encuentro, un ejercicio de escucha, una forma de mirar el mundo sin cerrar los ojos.
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