'RE/UTOPIA', Festival de artes vivas re/conectadas, 2025.
En su primera edición, el Festival RE/UTOPIA, Festival de artes vivas re/conectadas se desplegó como un dispositivo curatorial vivo entre la ciudad de Murcia y la localidad de Cehegín, del 22 al 25 de octubre, activando el territorio como espacio de pensamiento, creación y encuentro. Organizado por Nigredotv, bajo el comisariado de Zony Gomez, Re/Utopia se afirma como una plataforma de pensamiento crítico y creación contemporánea, donde convergen prácticas artísticas que interrogan el presente desde lo especulativo, lo afectivo y lo político.
La programación reunió a artistas cuyas trayectorias han estado vinculadas a procesos de residencia, investigación, creación contemporánea y vínculos con el territorio, proponiendo un espacio de activación crítica desde lo experimental, lo situado. Se activaron lenguajes que transitan desde la performance, la instalación y el audiovisual, incorporando también prácticas como el arte sonoro, la escritura expandida, el bioart, el ritual colectivo y la intervención en el paisaje. Estos medios se entrelazan para generar experiencias sensibles que cuestionan las formas de habitar, narrar y compartir, conectando lo urbano con lo rural y proponiendo nuevas formas de habitar espacios comunes.
El comisariado propone una lectura transversal de las prácticas reunidas, atendiendo a sus resonancias territoriales, afectivas y simbólicas. Re/Utopía no se presenta como un evento cerrado, sino como una plataforma procesual que se construye desde lo relacional, lo colaborativo y lo transformador. Un lugar para pensar lo común desde la diferencia y para imaginar futuros posibles a través de la práctica artística como herramienta de transformación.
Uno de los ejes fundamentales del festival fue el reconocimiento y la celebración de las diversidades, con especial énfasis en lo queer como potencia crítica y estética. Las propuestas no solo visibilizaron identidades fluidas y diversas, sino que también cuestionaron las estructuras de poder que las atraviesan y condicionan nuestras formas de existir, abriendo caminos para imaginar colectivamente otros formatos de relación, presencia y resistencia.
Aunque la comitiva que viajamos desde Madrid llegamos a mitad del programa, el pulso del festival ya latía con intensidad. En las conversaciones entre cuerpos y aperitivos, se filtraban ecos de lo vivido en los días anteriores: se hablaba con asombro de Abisal de Venérea, una propuesta que según decían, sumergía al público en una atmósfera líquida y ritual, donde lo queer se desplegaba como lenguaje y cómo trance. También se mencionaba Teorema Jacuzzi, la performance de Rafa Bodgar y Zony Gómez, descrita como una experiencia sensorial que desbordaba los límites entre lo íntimo y lo político, entre el placer y la crítica. Devotion, de Hector Fuertes, parecía haber dejado una huella profunda: se hablaba de cuerpos entregados a una liturgia íntima, de una devoción que no era religiosa sino afectiva, encarnada, vibrante. Incluso quienes no estuvieron presentes en la primera jornada hablaban con admiración del encuentro con la pieza de Alejandro Cerón: La huerta es un cálculo a ojo. El camino al trabajo es ruina que resonaba como una poética del territorio. Su intervención sobre el escombro y la huerta fue descrita como un gesto poético de arqueología sensible que convertía el residuo en archivo, la tierra en memoria, y la ruina en posibilidad.
Acompañar las actividades de Re/Utopía en Murcia y en Cehegín, fue sumergirse en una coreografía de afectos, memorias y preguntas que se desplegaron entre cuerpos, paisajes y gestos. No fui solo espectadora: fui parte de una comunidad efímera que se tejía entre artistas, vecinas, mediadoras y visitantes, en un entramado de presencias que consiguieron desbordar lo escénico hacia lo vivencial.
Las obras presentadas abordaron temas como la memoria, el cuerpo atravesado por el territorio y la tecnología, proponiendo lecturas que desestabilizan las narrativas normativas y abren espacio a lo múltiple.
Ese tránsito se encarnó en las obras que hilvanaron la programación: empezamos la jornada con el videoarte de Environmelisma, un concepto creado por Lorenzo Sandoval y Pedro André que nos sumergió en una poética de lo ecológico y lo especulativo, tensionando la idea de identidad desde la ficción y el archivo documental. Ensayo sobre la posibilidad -o no- de la eliminación de una huella de Joaquín Berenguel y Diego Lobenal parte del desierto de Tabernas para preguntarse si algo puede realmente desaparecer. La obra se sitúa en un no lugar -físico y simbólico- que podría ser cualquiera y todos a la vez. Lo que creemos efímero se convierte en persistencia; lo que tratamos de callar, vuelve transformado. En este ensayo, el paisaje se transmuta del lienzo a la piel, y la imagen se convierte en herida abierta, en pregunta sin respuesta.
Por la tarde en el Centro Párraga, los espacios se transformaron en umbrales. Las propuestas performativas no se presentaban como obras acabadas, sino como procesos abiertos, fricciones entre lo íntimo y lo político, entre lo rural y lo urbano, entre lo que se recuerda y lo que se imagina. Cada sala, cada pasillo, cada rincón se volvió un lugar de tránsito, donde el arte no se contemplaba, sino que se habitaba.
La programación se articuló como una constelación nocturna que daba la bienvenida con la pieza instalativa 388 kilómetros de Lydia Garvín, que aludía a la distancia entre Madrid y Murcia, donde el público podía descubrir testimonios íntimos y fragmentarios de viajeros, activando una experiencia de escucha situada que conectaba los territorios, memorias y trayectos cotidianos. El cuerpo se volvió territorio en El velo y la fusta, performance de Javi Moreno en torno a la figura del Fauno y en la danza ritual de Ettupendo Delirio de Iver Zapata que atraviesa campos que esconden espíritus secretos y almas animales que se vuelven eternas. Esta constelación se expandió con Abroojos de Jorge García, una instalación que proponía una arquitectura simbólica de resistencia evocando barreras defensivas como gesto de protección y memoria. En paralelo, Zony Gómez presentó Ahora que es de día, una exploración escénica sobre la experiencia personal del bienestar inducido y la relación que esto conlleva con su entorno. En diálogo con estas propuestas Marxxxiana de Iraxxdios irrumpía como una arquitectura especulativa y disidente, que desde una mirada queer intervenía el espacio como campo de batalla simbólico, cuestionando las formas normativas de habitar y proponiendo otras maneras de construir lo común.
Los conciertos audiovisuales de AMBIENTADOR, expandieron el espacio sonoro y visual como una atmósfera compartida, envolvente y porosa, que daba paso a la escucha colectiva y al tránsito sensorial. En diálogo con esta experiencia, Coconauta, presentó su performance escénica híbrida en la que combinaba su potente voz en directo con música electrónica desplegando una narrativa sonora sobre el concepto de habitar dentro les otres. Mupi, debutó con su proyecto musical Live a/V forget everything I’ve ever was, donde el ruido, la luz y la palabra se entrelazaban para explorar el agotamiento y la pérdida del yo, generando una experiencia inmersiva y desgarradora. Espina Bífida, proyecto sin formación definida, actuó en el margen entre el ruido y la emoción cruda, utilizando equipos de medición y cintas magnéticas para construir escenas sonoras de densas disonancias y capas fragmentadas. Adios Adios acompañado por Otro presentaron un dúo de guitarra y bajo que aportó una textura más cruda y distorsionada en contraste con las propuestas electrónicas del resto de la programación. Su intervención, marcada por una estética cercana al new grunge generó un espacio de reverberación emocional. Maula encarnó lo inacabado, lo que se niega a pulirse: música que ensaya, duda y respira. Una declaración de independencia. Las performances audiovisuales de cierre permitieron a los allí reunidos explorar la disolución de los límites del cuerpo, la identidad y el espacio.
A la mañana siguiente en Cehegín, la temporalidad se volvió raíz. El festival desplegó una cartografía sensible a través de exposiciones e intervenciones que ocuparon espacios diversos, desde el Museo Arqueológico hasta rincones cotidianos del casco antiguo. Maritrini Mantequilla y Zhenxiang Zhao activaron los espacios con obras que dialogaban con la memoria material y simbólica del lugar, mientras que Santos Bastida abrió su estudio como espacio expositivo, comisariado por Anagrama. Maravillas.rar propuso un recorrido virtual por escenarios que forman parte de la identidad del pueblo, plazas, fachadas, pasajes, que a menudo pasan desapercibidos, pero que al ser reactivados desde lo artístico revelan capas ocultas de historia, deseo y pertenencia.
En el espacio abierto Bailar los vínculos de Venerea propuso una coreografía afectiva entre cuerpos y memorias; Mireya Caray, MarlaKeFlow y Euphorigkeit tejieron paisajes sonoros que resonaban con la arquitectura del pueblo. La Yelo encarnó la poética del exceso en una performance vibrante, donde cada rima y gesto corporal se convirtió en manifiesto. Con una estética provocadora y una presencia arrolladora, desafió las normas de género y celebró la diversidad identitaria, transformando sus canciones en actos políticos cargados de emoción y resistencia. Onyx Unleashed con Tierra Umbra recorrió las calles invocando las historias de brujería que habitan el subsuelo simbólico y la memoria histórica de Cehegín. El cierre, en el túnel, fue un conjuro: Jerigonza del Crujío de Chaki Medina y la sesión electrónica de Jonathan y Coconauta nos devolvieron al cuerpo colectivo, al pulso compartido, a la interacción y al deseo de seguir bailando.
Desde la organización del festival me informaron que esta jornada en Cehegín fue posible gracias al apoyo del Instituto de las Industrias Culturales y las Artes (ICA), de la Región de Murcia, con la mediación del Ayuntamiento de Cehegín, que facilitó el diálogo entre las instituciones y el tejido artístico local.
RE/UTOPIA-RE/CONECTADAS no es un festival que se observa desde la distancia, ni se colecciona como experiencia estética: es una experiencia que se atraviesa. Y en ese tránsito, algo se reconfigura: la mirada, el cuerpo, el deseo de estar en colectivo. Me llevo la certeza de que el arte, cuando se enraíza en los territorios y se abre a la experiencia, puede ser una forma radical de encuentro.
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