La muestra explora la pintura como arte conceptual, cuestionando su esencia y vigencia. Propone que cualquier imagen puede ser pintura, destacando cómo este medio ha absorbido influencias fotográficas y digitales sin perder su identidad. La exposición revela que la pintura contemporánea ya no teme a lo mecánico (fotografía, serigrafía) ni a lo digital, sino que los integra, creando obras donde lo abstracto y lo figurativo, lo manual y lo técnico, coexisten, mostrando cómo la pintura se reinventa desde otros medios, manteniendo su capacidad narrativa y emocional. Así, la muestra defiende que la pintura sigue siendo un lenguaje flexible, capaz de contener múltiples realidades —desde lo político hasta lo banal— mientras desafía constantemente su propia definición.