Entrevistas

exibart.es entrevista: Mónica Bello, directora de Platform Dalí

Hoy se estrena Platform Dalí, un programa impulsado por la Fundación Gala-Salvador Dalí en Barcelona que busca «explorar nuevas formas de comprender el mundo a través del encuentro entre arte y ciencia». La plataforma conecta a artistas y científicxs con cinco centros de investigación de excelencia –el Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO), el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC), el Institut de Física d’Altes Energies (IFAE) y el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (PRBB)– fomentando residencias, becas, encuentros en laboratorios y programas públicos que combinan investigación, creación y mediación interdisciplinaria.

Más allá de la mirada mítica (y actualmente problemática) del «genio» que ha acompañado a Salvador Dalí, Platform Dalí propone «desprotegerlo», tomar su obra y pensamiento como un punto de partida para explorar, cuestionar y dialogar con la ciencia contemporánea. La plataforma invita a repensar cómo la imaginación puede abrir nuevas preguntas sobre la complejidad del presente y cómo el arte y la ciencia pueden inspirarse mutuamente.

En esta conversación, hablamos con Mónica Bello, directora de Platform Dalí, sobre los desafíos y oportunidades de este proyecto, la relación entre artistas y científicxs, y el modo en que la figura de Dalí puede convertirse en un catalizador para la experimentación interdisciplinaria en el siglo XXI.

La estructura del ADN. Obra estereoscópica, c.1972. Localización: Fundació Gala-Salvador Dalí © Salvador Dalí, Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2025.

CAROLINA CIUTI: Antes de adentrarnos en la especificidad del proyecto, quería abordar una cuestión más amplia: ¿qué pueden aprender arte y ciencia mutuamente y qué resistencias persisten aún? En tu experiencia, ¿sigues encontrando barreras culturales, disciplinarias o incluso retóricas que dificultan esa intersección?

MÓNICA BELLO: La pregunta es compleja y, de alguna manera, acompaña todo mi recorrido. Desde mis primeros proyectos en Barcelona, allá por 2003, ya trabajaba alrededor de la ciencia y de su creciente relevancia social. Me interesaba cómo la ciencia iba ocupando un espacio central en los debates contemporáneos y cómo, desde fuera de los laboratorios, reproducíamos discursos, a veces de manera acrítica.

Con los años he visto que adoptamos discursos científicos casi ensayados, y creo que es importante mantener cierta distancia escéptica para entender las tensiones que atraviesan esta relación, desde la necesidad de revisar formas de pensar.

En aquella época me vinculé a los inicios del bioarte y a todo el universo relacionado con los Tactical Media. Me interesaba un modo de entrar en esos espacios con rigor, sin recrearnos demasiado en lo estético. Con el tiempo –tras proyectos muy fructíferos y otros no tanto– he llegado a una reflexión personal sobre qué me interesa realmente. Y lo que me interesa es la experiencia compartida: abrir marcos sin frases hechas, sin excesos retóricos, y generar vivencias sencillas pero contundentes que permitan el encuentro y la confianza.

A pesar de los avances, arte y ciencia siguen lejos: se desconocen mutuamente. Y, sin embargo, ese desconocimiento está lleno de oportunidades. Hay gente que ha hecho trabajos pioneros –pienso, por ejemplo, en Steve Kurtz, recientemente fallecido–, pero el diálogo profundo es una carrera de fondo. No es un trabajo de impacto inmediato. Requiere continuidad, respeto mutuo y una mediación muy activa.

CC: Me imagino que tu experiencia de una década como directora de Arts at CERN constituyó un aprendizaje inigualable en este sentido.

MB: Sí, en el CERN aprendí mucho sobre esto. Cuando entras en un laboratorio como artista, eres una figura extraña, y eso te da una licencia enorme. Se espera de ti novedad, y eso funciona porque el arte parte de descubrir lo que todavía no existe. Lo más difícil es generar confianza: que tú respetes la experimentación de los científicos y ellos respeten la tuya. Ese es el verdadero trabajo.

CC: ¿Cómo recibiste la invitación para dirigir Platform Dalí?

MB: En Platform Dalí me ofrecieron libertad y autonomía, y he construido una propuesta que quizá parece canónica, pero cuya transformación real ocurrirá en el día a día: en cómo trabajamos, en cómo acompañaremos procesos entre científicos y artistas, en cómo los artistas se sumergirán en los laboratorios. Apoyaremos la investigación y la producción de obra con recursos importantes –entre 40.000 y 120.000 euros–, pero también visibilizaremos el proceso, lo que queda, el residuo, el poso. Porque en los laboratorios eso es fundamental.

Y después, por supuesto, está Dalí. Aceptar trabajar a partir de Dalí fue un verdadero reto. Es una persona de una complejidad enorme, con zonas luminosas y también con sombras, y en España hubo momentos en los que ciertos gestos suyos eran directamente imposibles de asumir. Pero, al mismo tiempo, es alguien que anticipó claves muy profundas del arte contemporáneo. Tenía una capacidad extraordinaria para formular preguntas –a veces en un lenguaje casi patafísico– y para ponerse en duda constantemente. Eso ya desmantela por sí solo la idea del genio y de lo extraordinario, que es una noción que no me interesa.

Salvador Dalí mira a través de unos prismáticos en el CBS Morning Show (1956) © Philippe Halsman Estate. Derechos de imagen reservados. Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2025.

CC: En relación con esto, ¿qué aspectos de la obra o del pensamiento de Dalí consideras hoy especialmente fértiles para repensarlo (o cuestionarlo) desde los dilemas contemporáneos–tecnológicos, ecológicos, epistemológicos? 

Dalí era un artista poroso, siempre en reinvención, performativo, queer, políticamente incorrecto, con una naturaleza errante. Vivía instalado en la duda y la exploración. Su obra es un auténtico mash-up de referencias, algo sorprendentemente actual. Y, trabajando con la Fundación y el equipo de los museos, entendí algo importante: a Dalí hay que leerlo, no solo mirar sus imágenes, si no escuchar y poner atención a sus palabras. Sus referencias eran explícitas, generosas, casi didácticas, algo poco común en los artistas de su generación.

Lo que haremos con la plataforma será desprotegerlo: liberar a Dalí de su envoltorio mítico de fetiche cultural o icono pop, para explorar aquello a lo que no pudo llegar porque la ciencia de su tiempo aún no había madurado como para aceptar la apertura que demandaba el arte.

Los artistas invitados no serán «dalinianos», pero al revisitarlo encontrarán resonancias muy contemporáneas: la performatividad, el cuerpo, el lenguaje, la ambición de lo universal.

Para mí, que he sido siempre una comisaria muy orientada a la gestión, esta dimensión intelectual es un regalo. Y, además, sobre Dalí falta investigación rigurosa: la bibliografía académica en su relación a la ciencia existe, pero es escasa. A veces incluso temo fabular demasiado. Pero precisamente por eso hay un espacio tan fértil: la posibilidad de construir nuevas narrativas desde la intersección entre arte y ciencia es uno de los motores de Platform Dalí.

Dalí Atomicus, 1948 © Philippe Halsman Estate. Derechos de imagen reservados. Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2025

CC: Para emprender esta misión, has reunido una cartografía muy amplia de centros de investigación en Barcelona y alrededores. ¿Cómo se ha configurado este mapa?

MB: Podrían haber sido más centros, pero me interesaba confeccionar una cartografía que cubriera áreas donde sabemos poco, donde las preguntas no contestadas son incluso más interesantes que las teorías consolidadas. Disciplinas en el borde, donde reside la ciencia basica: ciencias de la vida en todo su espectro –desde biología evolutiva hasta la paleogenómica–, ciencias del mar, fotónica, computación avanzada y física fundamental.

El Mediterráneo, por ejemplo, raramente se piensa como un laboratorio vivo, cuando lo es. De ahí el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC). O el Barcelona Supercomputing Center (BSC), que me interesa muchisimo porque aglutina todo: teoría, experimentación y servicios para otros centros e industrias. Por su parte, el Instituto de Ciencias Fotónicas de Castelldefels es esencial por el estudio de la luz. Y traigo también mi relación con el CERN a través del Instituto de Física de Altas Energías (IFAE), cuyo trabajo en fisica de altas energías, cosmología, con temas tan vigentes como el estudio de las ondas gravitacionales o la materia oscura, resulta fascinante. Son escalas distintas: centros de gran importancia pero de pequeña escala como IFAE o ICM y gigantes como el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB) o el BSC.

Barcelona Supercomputing Center, MareNostrum-Ona (cuántico).
Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (PRBB).

CC: Lxs primerxs artistas seleccionadxs ya anuncian diversidad en disciplinas y geografías: ¿qué criterios guiaron esas elecciones y cuál será la metodología de trabajo?

MB: Ya hemos empezado. Esta semana entran los primeros artistas. La metodología es muy clara: primero entrar y conocer el lugar. Luego construir un marco de trabajo compartido, complementando lo que ya hacen estos centros –muchos tienen sus propios programas culturales–, pero desde una aproximación distinta: relación, diálogo, mutualismo con tensiones. Habrá conferencias, seminarios y encuentros internos.

También debemos decir que muchos artistas se están preparando con nosotros para este nivel de implicación. Recibir un apoyo curatorial y una financiación importante implica un compromiso: no se trata solo de realizar un proyecto personal, sino participar en la vida del laboratorio y aportar a las personas y equipos que trabajan en los centros, y que les apoyaran. Ofrecer posibilidades de colaboración, estar presentes. Será muy interesante.

Para esta primera fase tenemos cuatro artistas invitados: Tania Candiani, Israel Galván –los fellows–, Taller Estampa y George Mahashe –los artistas en residencia.

A los artistas en residencia les pedimos hasta seis semanas intensivas de trabajo en los laboratorios; a los fellows, unos 30 días distribuidos a lo largo de 18 meses. A los seis meses, todos ya deberán iniciar producción. Y en 2029 presentaremos una gran exposición que reúna obra, investigación y diálogos entre museos, ciencia y arte. La convocatoria pública llegará a mediados de 2026, de manera que no seleccionaremos a todos los artistas directamente, como en esta primera fase.

Institut de Ciències Fotòniques (ICFO) – Lasers.

CC: Para terminar, quisiera volver a la cuestión más amplia: la necesidad de pensar de manera abierta entre disciplinas. Los años setenta fueron una época clave para este tipo de cruces: la ciencia vivía un momento de exploración metodológica y experimental y lxs artistas buscaban constantemente salir de las limitaciones de sus propias prácticas. 

Hoy vivimos tiempos convulsos: crisis climática, avances tecnológicos vertiginosos, desigualdades crecientes. ¿Crees que el diálogo entre arte y ciencia puede volver a convertirse en una fórmula para afrontar estos grandes retos? 

MB: Los sesenta y setenta son una referencia clave para mí: artistas como Nancy Holt, Robert Smithson, Gordon Matta-Clark, incluso Jean Tinguely, para nombrar algunos, querían salir de los corsés de su práctica. Al mismo tiempo, esa fue una época de expansión de la ciencia experimental: los científicos se atrevían a experimentar sin restricciones, explorando nuevos artefactos y materiales, metodologías en donde grupos amplios e interdisciplinares se orientaban a objetivos comunes, y la aparición de un nuevo modelo de laboratorio, que proponía otra forma de experimentar. Esa actitud abrió posibilidades enormes para pensar el mundo de forma diferente, con nuevas competencias, que empezaron a mostrar una nueva organización social tanto en arte como en ciencia.

Hoy, en contraste, es posible que hayamos tendido a cierta rigidez en la experimentación, pienso que estamos en un momento en donde pasamos de la exploración critica a repetir fórmulas consolidadas. Pero, si asumimos que todavía hay mucho por descubrir y que existe una sensibilidad ética en estos procesos, que nos mantiene alerta y en tensión, pueden suceder cosas extraordinarias.

Además, contamos con herramientas que en aquella época no existían: podemos registrar, compartir y archivar procesos de forma rica, lo que multiplica el impacto, la diseminación y la visibilidad de los procesos.

La materialidad contemporánea es fascinante: al entrar en un laboratorio donde la tecnología es tangible, se desarrolla una intuición muy fuerte sobre los materiales y sus posibilidades. Ese «embarrarse» –que es tan artístico como científico– ofrece caminos fértiles para repensar nuestro tiempo y enfrentar los retos colectivos con creatividad y pensamiento crítico.

Salvador Dalí sosteniendo la revista Science and Invention junto con Federico García Lorca y los miembros de la redacción de la revista L’Amic de les Arts (1928). Derechos de imagen reservados. Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2025.
Carolina Ciuti

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