Exposiciones

‘Oro tejido con paja’: Elena Mendizabal y Joan Rom en La Casa Encendida (Madrid)

La Casa Encendida clausura el 25 aniversario de Generaciones con una exposición que, lejos de mirar hacia la «juventud emergente» —su razón de ser desde 2000—, reivindica el pulso creativo de quienes quedaron fuera de esa convocatoria por una mera cuestión de edad. Oro tejido con paja reúne las obras de dos escultores fundamentales para entender la escena española de los años ochenta y noventa: Elena Mendizabal (San Sebastián, 1960) y Joan Rom (Barcelona, 1954). Ambxs, desde geografías distintas, vuelven a encontrarse con el público a través de un diálogo entre piezas históricas y trabajos recientes, muchos de ellos inéditos.

La comisaria Beatriz Alonso sitúa la muestra en un terreno fronterizo, tomando prestado la frase de un ensayo de Ursula K. Le Guin. Frente a los relatos dominantes de la escultura —asociados a la dureza, lo monumental o lo masculino—, Mendizabal y Rom encarnan relatos paralelos, sensibles a la fragilidad, la herida y la vulnerabilidad. «No tienen miedo de mostrar la duda y la potencia, de evidenciar el derecho al cambio», explica Alonso.

El recorrido se organiza en dos salas contiguas, donde cada artista despliega su propio universo formal. En la sala B, Mendizabal retoma el hierro como eje central, un material con el que ha experimentado desde los ochenta y que reaparece en obras como Melena (1986). Su pieza central, Sur le sol comme le débris (2023), funciona como una instalación a gran escala en la que conviven tubos-umbrales, muros de planchas metálicas y esculturas que combinan impresión 3D, alabastro o plástico. La obra más reciente, Ese quiebro (2025), despliega una vibrante coreografía de líneas de hierro recubiertas de plastilina, impregnadas de color y energía vital.

Vista de la sala con obras de Elena Mendizabal, en el marco de la exposición ‘Oro tejido con paja’, La Casa Encendida, 2025. © Maru Serrano. Cortesía de La Casa Encendida.

Rom ocupa la sala C con un registro más austero, marcado por la recolección de materiales de desecho y elementos naturales. Su práctica, nacida del deambular por paisajes rurales e industriales, se materializa en obras que oscilan entre lo orgánico y lo tecnológico. Crosta (2023), teñida con cúrcuma, adquiere una dimensión epidérmica; mientras que piezas como Vedat o Salutació exploran la maleabilidad del barro y del ladrillo erosionado. La instalación Erm (2024-25), realizada con tallos de esparraguera transformados en espinas, sintetiza su reflexión sobre territorio, precariedad y resistencia. En paralelo, su pieza inédita Jaeggy (2024) introduce un guiño literario y lúdico con flores de hueveras de cartón.

Más allá de lo formal, Oro tejido con paja plantea una reflexión urgente sobre el presente. La exposición se sitúa en un marco atravesado por crisis: la pandemia, el colapso ecológico, la violencia política, la aceleración tecnológica. Frente a esa inestabilidad, la propuesta subraya la importancia del hacer manual, del contacto directo con la materia y de la escultura como forma de conocimiento.

Elena Mendizabal y Joan Rom comparten, además, trayectorias profesionales marcadas por la docencia, lo que les otorgó autonomía frente a los vaivenes del mercado. Mientras Mendizabal ha expuesto de manera constante en el País Vasco, Rom interrumpió voluntariamente su producción pública en 1999, retomándola en 2020 tras décadas de trabajo silencioso. El reencuentro de ambxs con el público no es un gesto nostálgico, sino la constatación de que su obra continúa interpelando desde la contemporaneidad.

Obras de Elena Mendizabal, en el marco de la exposición 'Oro tejido con paja', 2025. © Maru Serrano.
Obras de Joan Rom, en el marco de la exposición 'Oro tejido con paja', 2025. © Maru Serrano

Con esta exposición, La Casa Encendida cierra un año dedicado a celebrar los veinticinco años de Generaciones, una plataforma que ha apoyado a más de 18.000 artistas emergentes. Si las muestras anteriores revisaron el legado de la convocatoria y presentaron a la generación actual, Oro tejido con paja abre el foco a quienes, nacidos antes del 1965, quedaron fuera de aquel marco. El resultado es una vindicación de la diversidad de relatos en la escultura española reciente y una invitación a pensar el arte no como línea de sucesión generacional, sino como un territorio compartido.

En tiempos de precariedad y exceso de virtualidad, la exposición recuerda la necesidad de volver al roce con la materia, al gesto que revela tanto la fragilidad como la potencia de la experiencia artística.

Redacción

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