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Philipp Fröhlich – ‘La Cavale’
En ‘La Cavale’ Philipp Fröhlich reúne una selección de obras realizadas desde 2020, en las que su característico uso de la luz, el color y el encuadre da forma a imágenes construidas a partir de maquetas. La pintura resultante es un constructo en el que realidad e ilusión convergen.
La Galería Juan Silió se complace en presentar la primera exposición del artista Philipp Fröhlich (Schweinfurt, Alemania, 1975) en la galería. La Cavale reúne una selección de obras realizadas desde 2020, en las que su característico uso de la luz, el color y el encuadre da forma a imágenes construidas a partir de maquetas. La pintura resultante no es una reproducción, sino un constructo en el que realidad e ilusión convergen.
Cada obra surge de un entramado de memoria, texto e imaginación, dando lugar a escenas precisas e inestables, cargadas de tensión y dramatismo. Sugieren narraciones, pero resisten su resolución, manteniendo al espectador en un estado de incertidumbre.
La exposición se acompaña de un texto escrito para la ocasión por el crítico y comisario Joaquín Jesús Sánchez.
NADA DE ESTO SUCEDIÓ REALMENTE
De la fantasía pueden esperarse, cándidamente, grandes cosas. Puestos a inventar —diría uno— mejor héroes que petimetres, palacios que chozas. Hay, sin embargo, grandes maestros que disienten de esta razonable intuición. Verdi, fíjense, gastó tres años de su vejez poniendo en música la vida de un perdedor. La ópera, ya saben, trata una de las andanzas del caballero Falstaff, anciano manirroto, ebrio y mantecoso, que trata de seducir a dos señoras con un romántico propósito: saldar sus abultadas deudas con ambas dotes. Entre las muchas tensiones que encierra esta comedia —en apariencia banal— quisiera destacar una: que Verdi culminase su composición más moderna con una fuga a diez voces. Sucede así: tras ser engañado por sus víctimas, sir John se gira hacia el auditorio y espeta: «Tutto nel mondo è burla». O lo que es lo mismo, que la vida es un chiste y que a todos nos han tomado el pelo.
La fuga ya era vieja cuando Verdi moceaba. La inventaron en mil quinientos y tuvo su apogeo durante el barroco. El nombre le viene del efecto que produce: parecería que las melodías se persiguen unas a otras, en una huida tan intricada en la que termina por confundirse el prófugo con el cazador. El artificio —tierno, como todos— requiere sin embargo una extraordinaria pericia, porque la liviandad de estos sonidos que se acechan por el aire se yergue sobre un esquema calculadísimo; y bastaría con el descalabro de una mera trasposición para que el castillo de naipes colapsase. Verdi lo sabía y juega con ello: el soniquete festivo del colofón operístico progresa hacia un crescendo que, en un santiamén, se vuelve disonante. (¿Será que nos han estafado?, ¿que toda esa tramoya solo quería desgraciarnos?). «Tutti gabbati», nos dice Falstaff mirándonos a los ojos. Viene un silencio. «Todos engañados», replica el coro a media voz, como cayendo en la cuenta. Y de sopetón, regresa el júbilo.
«No son escenas reales, las pinto desde maquetas», me admitió Philipp Fröhlich en su estudio bruselense. La confesión resulta esclarecedora: no creo que Jacques-Louis David presenciase el juramento de los Horacios ni John Martin la caída de Babilonia, aunque no consten declaraciones a este respecto. Toleramos sin sobresaltos que los artistas se inventen las grandes ocasiones de la historia, pero nos inquieta que alguien componga, con muñecos y forillos, un hecho insignificante: unos gatos relamiéndose al resplandor de un televisor; una paloma que aterriza, desenfocada, sobre un lodazal.
Conviene recordar que la historia de la pintura comenzó con dos nimiedades: un racimo de uvas y un cortinón. También, con sendos engaños: primero burlaron a los pájaros, luego al otro pintor. La treta se edificó sobre detalles refinadísimos, dispuestos minuciosamente para confundir la mirada. Uno se figura al pobre Zeuxis rascando con los dedos el visillo retratado por Parrasio y girándose hacia el ágora allí reunida. «Tutti gabbati». Tras un instante de pasmo, todos —seguro— estallaron en carcajadas.
Joaquín Jesús Sánchez, 2025.
Philipp Fröhlich (Schweinfurt, Alemania, 1975) estudió escenografía con Karl Kneidl en la Kunstakademie de Düsseldorf antes de dedicarse por completo a la pintura en Madrid, hace veinte años. Actualmente vive y trabaja entre Bruselas y Madrid. A lo largo de los años ha colaborado con galerías como Soledad Lorenzo y Juana de Aizpuru, donde ha expuesto de manera regular. La Cavale marca su primera exposición en la Galería Juan Silió, Madrid.
Su obra forma parte de colecciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), el Von der Heydt Museum (Wuppertal), el Museo Patio Herreriano (Valladolid), el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) y el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M), entre otras.
15
Noviembre 2025
Philipp Fröhlich – ‘La Cavale’
15 noviembre 2025 - 23 enero 2026
arte contemporáneo
exposición individual
exposición individual
Ubicación
Juan Silió
Madrid, Calle del Doctor Fourquet, 20, Madrid
Madrid, Calle del Doctor Fourquet, 20, Madrid
Horario de apertura
Martes – Viernes, 11am – 7pm. Sábado, 11am – 2pm.
Vernissage
15 noviembre 2025, 11h - 14.30h.
Enlaces oficiales
Artista/s
Autor de texto crítico






