Laura Moreno Bueno, 'Cossos Oscil·lants', 2024. Cortesía de la Fundació Joan Brossa.
El 5 de enero se inaugura Cuerpos Oscilantes de la artista Laura Moreno Bueno (Madrid, 1995), uno de los proyectos ganadores de la convocatoria PostBrossa 2024, junto con Voto de tinieblas de Joan Morey y El oasis urbano de Irene Vicente. La pieza, que estará disponible hasta el 16 de marzo, investiga la memoria acústica del edificio patrimonial La Real Fábrica de Moneda de la Corona de Aragón en Barcelona, más conocido como “La Seca”.
La artista comienza desde la siguiente premisa reflexiva: «¿Cómo suena un espacio y su materia cuando entramos en contacto con él? El sonido es la consecuencia del movimiento vibratorio de un cuerpo. Toda la materia posee una vibración. Las frecuencias de las vibraciones se expanden y ocupan un espacio. (…) ¿Cómo amplificar estos sonidos?».
Cuerpos Oscilantes convierte a La Seca en un instrumento vivo, donde el pasado y el presente confluyen a través de la resonancia material del edificio. En ella se integran los cuerpos de lxs visitantes activamente en la creación sonora de la pieza a partir de su interacción con estructuras metálicas, sensores y diversos elementos arquitectónicos para activar sonidos que evocan la historia del antiguo taller de moneda. De esta manera la instalación se instaura como una reflexión inmersiva sobre las redes invisibles que tejen nuestra relación con materiales y espacios.
La instalación, fruto de un diálogo con la arquitecta Meritxell Inaraja, responsable de la rehabilitación de La Seca, se inspira en teorías sobre la vibración de la materia y la resonancia como experiencia. Desde una aproximación lúdica y experimental, transforma el espacio expositivo en un lugar de interacción sensorial.
La propuesta se articula en cuatro piezas y dos partes: una versión deslocalizada, donde los sonidos se despliegan por la arquitectura del edificio de la fundación a partir del movimiento de los visitantes, y una versión localizada, que permite una experiencia sonora más pausada dentro de la sala, en el ‘Espacio B’.
La versión deslocalizada utiliza sensores láser estratégicamente colocados en las escaleras para activar sonidos que evocan el ambiente industrial de La Seca: turnos de trabajo, procesos de limado y calentamiento del metal. A medida que el público recorre el espacio, estos sonidos se transforman y degradan, haciendo perceptible el paso del tiempo. En la versión localizada, otras tres piezas exploran diferentes formas de canalizar el sonido. Una de ellas utiliza altavoces de bajo volumen situados en el suelo, perceptibles únicamente si el oyente se acerca, destacando la fragilidad e intimidad del sonido. Otra convierte una gran vasija original de la fábrica en un instrumento vivo, donde el goteo del agua genera una evolución sonora gradual a lo largo del tiempo. Por último, la cuarta pieza traduce las frecuencias acústicas en luz, permitiendo visualizar el sonido de la instalación activado por los espectadores.
Como culminación del proyecto, el 19 de febrero tendrá lugar un concierto en el que todos los elementos sonoros se activarán en directo.
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