Vista de la instalación en la entrada del Festival MIRA 2024. © Leafhopper.
A punto de celebrar su 14ª edición, los días 7 y 8 de noviembre, MIRA Festival vuelve a ocupar Fira Montjuïc con un amplio despliegue de música electrónica y arte digital. Lo hace en un momento en que la cultura audiovisual vive una paradoja: nunca ha sido tan accesible ni tan reiterativa. Bajo la promesa de la innovación, el festival barcelonés convoca 38 actuaciones musicales y 26 propuestas de arte digital, un volumen que confirma su ambición, pero también plantea preguntas sobre los límites de la experiencia inmersiva y la inflación del lenguaje tecnológico en el arte contemporáneo.
El cartel musical combina nombres consagrados —Nicolas Jaar, Flying Lotus, Oneohtrix Point Never, Floating Points, John Maus— con nuevas voces como Erika de Casier o Marie Davidson. En conjunto, construye una narrativa reconocible: la del circuito global de festivales que opera entre la electrónica experimental y la cultura del directo audiovisual. De esta manera, MIRA parece afianzar un modelo estético que prioriza la intensidad sensorial, apostando por la espectacularidad del sonido expandido y la pantalla total.
Donde el festival muestra mayor complejidad es en su programa de arte digital, el más amplio de su historia. Las 26 propuestas incluidas abordan, con distintas estrategias, las fricciones entre cuerpo, tecnología y naturaleza. Piezas como Manifesto Terrícola de Solimán López, una cápsula de ADN bioimpreso, o las esculturas robóticas de Lolo y Sosaku, confrontan de manera directa la ilusión de autonomía humana frente al dispositivo. Otros trabajos, como los de Nick Verstand o la colaboración Polynode Phase, recurren a la luz y el algoritmo como materia plástica, produciendo experiencias hipnóticas que oscilan entre la investigación perceptiva y el fetichismo tecnológico.
El festival también explora el territorio performativo: SYNAPTICON de Albert.DATA fusiona neurociencia e inteligencia artificial, mientras A Skin of Soil de Akyute desplaza la reflexión hacia la ecología y la memoria de la materia.
A la espera de su inauguración, MIRA 2025 se perfila como un termómetro de las sensibilidades digitales contemporáneas, un espacio donde arte y tecnología ensayan nuevas formas de coexistencia. El protagonismo de las escuelas de diseño y creación —Elisava, IED o La Salle— apunta a una creciente voluntad pedagógica y colaborativa, que podría equilibrar el componente más espectacular del festival.
Si algo distingue a MIRA, edición tras edición, es su capacidad para visibilizar las tensiones del presente digital: entre la experimentación y la estética del impacto, entre la inmersión sensorial y la búsqueda de un pensamiento crítico. Será en esa intersección, aún abierta, donde el festival confirme —o cuestione— su papel dentro del paisaje contemporáneo del arte tecnológico.
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