17 septiembre 2025

Nathalie Rey en L’Estruch (Sabadell): la profanación como acto de resistencia

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El proyecto toma como punto de partida el legado radical de Niki de Saint Phalle para interrogar un presente marcado por el tecnofeudalismo, la precariedad y la desigualdad.

Vista de la exposición 'L’Été des serpents' en L’Estruch Fàbrica de Creació de les Arts en Viu (Sabadell). Cortesía de L'Estruch.

En L’Estruch Fàbrica de Creació de les Arts en Viu de Sabadell, la artista Nathalie Rey (París, 1976) presenta L’été des serpents, un proyecto comisariado por Jordi Garrido que toma como punto de partida el legado radical de Niki de Saint Phalle (Neuilly-sur-Seine, 1930 – San Diego, 2002). Si en los años sesenta la artista franco-estadounidense transformó el trauma personal en un lenguaje explosivo, disparando contra los lienzos para romper la sacralidad del gesto pictórico, Rey recoge ese impulso para interrogar nuestro presente: un contexto marcado por el tecnofeudalismo, la precariedad y la desigualdad.

El eje de la exposición es la profanación entendida no solo como destrucción, sino como restitución de lo humano en un escenario dominado por las lógicas del poder. Allí donde Saint Phalle «profanaba para sanar», Rey lo hace «para combatir un presente podrido», en palabras del comisario.

La irreverencia como estrategia

La primera de las dos instalaciones, ‘Sticky Fingers’, convierte el aula en un espacio irreverente: pupitres recubiertos de chicle rosa intenso, un pizarrón con la palabra «merde» escrita sin pudor y una atmósfera de travesura que subvierte el ideal disciplinario de la escuela. La obra se completa con registros en vídeo de dos performances, una realizada en L’Estruch como cierre de la residencia de la artista y otra en la Fundació Arranz-Bravo de Barcelona. En ambas, Rey explora el cuerpo como detonante, ampliando la carga subversiva de la pieza.

La segunda instalación, ‘Prohibido a los ángeles’, introduce una dimensión más íntima y catártica. El alter ego de Rey recorre un pasillo de espejos rotos hasta alcanzar una hornacina donde se oculta un dildo fucsia. La escena remite a una infancia atravesada por la represión eclesiástica y propone un ritual de liberación frente a los dogmas religiosos. Aquí, el cuerpo femenino aparece como territorio de resistencia, capaz de desafiar las narrativas impuestas por la moral y por el poder institucional.

El diálogo con Saint Phalle es explícito y a la vez autónomo. Si los shooting paintings de los sesenta desafiaban la pintura como medio sagrado, Rey–como sugiere la propuesta curatorial–dirige su crítica hacia las estructuras que nos someten al presente digital y precarizado. Ambas comparten la alquimia de transformar lo doloroso o lo asfixiante en imágenes y gestos de emancipación.

La exposición, fruto de la residencia de la artista en L’Estruch entre enero y abril de este año y realizada en colaboración con la Fundació Arranz-Bravo, muestra la madurez de una práctica que combina instalación, performance y vídeo para construir un espacio de confrontación.

L’été des serpents no se limita a invocar la memoria de Saint Phalle, sino que la actualiza para un tiempo en el que los nuevos altares —los de la tecnología, la moral neoliberal y la precariedad estructural— requieren ser profanados. Con humor, violencia simbólica y gestos viscerales, Nathalie Rey sitúa su obra en la intersección entre lo íntimo y lo político. En L’Estruch, la profanación se convierte en un acto de resistencia.

Vista de la exposición ‘L’Été des serpents’ en L’Estruch Fàbrica de Creació de les Arts en Viu (Sabadell). Cortesía de L’Estruch.