exibart.es entrevista: Antònia Folguera, comisaria de Sónar+D y comunicadora especializada en cultura digital
Entrevistas
Después de celebrar su 30ª aniversario con una edición que contó con la participación de grandes nombres de la música electrónica y del audiovisual–entre ellos, Aphex Twin, Max Cooper, Ryoji Ikeda–, Sónar, el Festival de Música, Innovación y Creatividad de Barcelona vuelve a la ciudad del 13 al 15 de Junio. El programa reunirá a microescenas de la música de baile y figuras pioneras de la electrónica con expertos en IA e innovadores de la cultura digital y audiovisual.
Bajo la curaduría de Antònia Folguera, Sónar+D abordará la implementación masiva de la Inteligencia Artificial en las industrias creativas y cómo esta determina su presente y su futuro. El programa explorará también las nuevas posibilidades que se abren con el entretenimiento inmersivo y las realidades expandidas. Hablamos con Folguera sobre curaduría, creación digital y las posibilidades–o limitaciones– de la IA.
Desde hace años, te dedicas al acompañamiento y la curaduría de proyectos que se sitúan en la intersección de las artes visuales, la música y la tecnología. ¿De dónde surgió tu interés por explorar y promover estos ámbitos?
AF: Empecé de adolescente en la radio de mi pueblo, porque me gustaba la música, especialmente la electrónica y de baile. En aquel momento, todavía no había mucha música de ese tipo en la radio y me apetecía compartirla. En realidad, acababa poniendo de todo, pero esa era mi intención principal. De ahí, una cosa llevó a la otra: pasé de una radio más pequeña a una más grande, y luego a una radio profesional.
En un momento dado, apareció Internet y me adentré en ese mundo. La tecnología digital se convirtió en uno de los temas principales de los programas en que participaba; también tenía un interés específico por el funcionamiento de las máquinas que se utilizan para hacer música. En aquel momento, no había tanta información disponible, así que averiguar cómo funcionaba un sintetizador, un sampler, un secuenciador o una caja de ritmos me tenía absolutamente fascinada.
Mi curiosidad también me llevó a otros campos. Siempre me ha gustado el cine y el audiovisual, y estudié un poco de eso. No veo ninguna disciplina artística como algo estanco. Por ejemplo, una cosa que siempre me hubiera encantado es dirigir videoclips. Esta parte visual es muy importante, sobre todo para mi generación, que además de ser la Generación X, también se le ha llamado la “Generación MTV”–¡cuándo MTV era una televisión de música! Nuestra generación tiene una cultura muy visual, y para mí es parte integral de mi trabajo.
A principios de los 2000, me uní a Riereta, un grupo compuesto por hackers, techies y activistas del software y la cultura libre. También participé de Telenoika, una comunidad compuesta por DJs y artistas visuales que trabajaban con video en tiempo real, principalmente en contextos de música en directo. Dentro de este caldo de cultivo, donde hay software, un poco de activismo, arte visual y música, encontré mi nicho pequeño de actuación, y ahí me he quedado.
En este campo donde se hibridan las disciplinas, comenzaste a dedicarte al acompañamiento curatorial de proyectos de distintos tipos. Si tuvieras que dar una definición de curaduría, ¿cuál sería?
AF: Siempre me resulta muy difícil responder a esto, porque no me he aproximado a la curaduría con la intención de comisariar. Sin embargo, creo que me he dedicado a la curaduría desde siempre, desde el primer momento en que empecé a mezclar cintas de cassette para recomendárselas a mis amigos y decirles: «Mira, escucha esto».
El ejercicio de selección, secuenciación y de hilar una historia a partir de trozos a veces un poco dispares, unas veces más cohesionados y otras veces más contrastantes, siempre lo he hecho de forma intuitiva. Las cosas que he aprendido sobre práctica o método las he incorporado recientemente, con la intención de mejorar mi trabajo y de conocer cómo trabajan los demás. Además, tengo que decir que mi trabajo en curaduría no se desarrolla en el contexto de museos o galerías, ni en el contexto del arte contemporáneo, aunque a veces pueda coquetear con él. De hecho, me encanta flirtear con diversas disciplinas, temas y conceptos. En los últimos años he trabajado mucho en temas relacionados con la inteligencia artificial, la realidad virtual y la computación espacial.
Desarrollo mi trabajo principalmente en festivales, aunque a veces me invitan a trabajar en entornos que no son exactamente los míos, lo cual siempre disfruto.
En relación con esto, me parece muy interesante introducir una reflexión sobre la temporalidad, ya que las temporalidades de la curaduría cambian en función del contexto. Los festivales, por ejemplo, imponen unos tiempos muy específicos y distintos a los de la programación institucional de un museo. ¿Qué opinas tú sobre esto?
AF: Las temporalidades de conceptualización y producción en el marco de un festival son muy particulares. Barcelona es conocida mundialmente por su oferta de festivales. En un periodo muy corto de tiempo, entre mayo y julio, se celebran tres festivales muy grandes, dos de ellos de carácter muy internacional. Además, está el Grec, que tiene una temporalidad y contexto diferentes. Durante estos meses, Barcelona vive una sobre-oferta de eventos, y es difícil poder asistir a todo.
Los profesionales de la curaduría o programación, al menos en mi caso, empezamos a trabajar con un año de antelación. De hecho, ya hemos comenzado a planificar el próximo festival incluso antes de que termine el actual. A veces, cosas que se quedan en el tintero este año seguirán siendo relevantes el año que viene.
Entre los proyectos más destacados en los que estás involucrada se encuentra, de hecho, Sónar, un festival líder en música, innovación y creatividad, donde ocupas el cargo de comisaria de la sección Sónar+D. ¿Cómo ha evolucionado Sónar+D desde sus inicios y cuál ha sido tu rol en esta evolución?
AF: Me incorporé hace unos 10 años, recogiendo el testigo de lo que ya se estaba haciendo. Se trataba de un programa absolutamente natural dentro del contexto del festival de música y de lo que estaba sucediendo en la cultura digital y en la intersección entre arte y tecnología, ya fuera digital o no. Sin embargo, creo que aporté una perspectiva más tecno-científica, porque ahí es donde reside buena parte de mi interés.
El programa de Sónar+D no surge de la nada; se nutre del programa de música de Sónar y de las diversas líneas que los artistas participantes en la programación musical destacan. Sin embargo, también se da el fenómeno inverso. Muchas ideas que se originan en Sónar+D encuentran su eco en el programa de música. Por ejemplo, cuando se comenzó a discutir sobre inteligencia artificial, era un tema central en Sónar+D. Ahora, este tema se ha integrado en muchas propuestas musicales; algunas abordan directamente la inteligencia artificial, mientras que otras se inspiran simplemente en las incertidumbres, temores o la emoción que esta tecnología genera en el momento actual. Por lo tanto, es evidente que existe una continua interacción entre ambos programas, una especie de cross-polinization–palabra tan en boga hoy en día.
Para esta edición, Sónar+D se centrará en una serie de charlas, instalaciones, performances y actividades en torno, justamente, a la Inteligencia Artificial. ¿Cómo has conceptualizado la temática?
AF: Para empezar, te voy a decir que este año me hubiese gustado esquivar la inteligencia artificial en el programa, pero sabía que era inevitable. Después de Internet, ninguna otra tecnología ha sido tan disruptiva. La palabra «disrupción» se utiliza mucho, pero creo que solo unas pocas cosas realmente merecen ese título, y la inteligencia artificial es una de ellas. No se puede eludir.
Sin embargo, he intentado abordarla desde diversos ángulos. Por ejemplo, tenemos el Festival de Inteligencia Artificial y Música, una iniciativa de la Comisión Europea que formará parte de Sónar durante los próximos tres años. Este festival, bajo el paraguas del proyecto europeo START (Science, Technology and the Arts), se centra en herramientas e instrumentos de inteligencia artificial, así como en formas tangibles de manipular los espacios latentes donde residen los datos que utilizan los artistas.
También abordamos la inteligencia artificial desde puntos de vista críticos y especulativos, desde el impacto en la sociedad–siendo más utópicos, distópicos, protópicos–hasta la ciencia ficción. Por ejemplo, contamos con dos escritores. Uno de ellos es Tim Maughan, conocido por su novela Detalle Infinito, en donde explora un escenario en que Internet desaparece de repente. ¿Qué ocurriría el día después de que Internet desaparezca? Esta pregunta toma relevancia al considerar tecnologías como los Large Language Models, los DALYs y los chat-GPTs que están impactando en el mundo del arte y la creatividad. En la obra Too Tired to Prompt, que Tim Morgan presentará en Sonar+D, se plantea esta pregunta a una inteligencia artificial, la cual explora el futuro del arte a través de una historia que se desarrolla en el escenario, acompañada de contenido visual específicamente creado para la ocasión.
La otra escritora es Joan McNeil, autora del libro Lurking: How a Person Became a User, que explora la evolución de Internet y como las personas han pasado a ser consideradas usuarios en la era digital. En el marco de Sonar+D, McNeil presentará Stories from the AI Underclass, para abordar la inteligencia artificial desde la perspectiva de la labor humana invisible en su despliegue. Con estas iniciativas, intentamos llevar el mundo de las conferencias fuera de su versión más académica y acercarlo a la parte más entretenida del festival.
Además, Nicole Luillier, una artista chilena con experiencia en instituciones científicas como el MIT y el CERN, hablará sobre la inteligencia artificial desde una perspectiva más abstracta, sensible y incluso esotérica, que ella llama «inteligencia vibracional».
En el ámbito de la creación artística, ¿cuál es tu postura en relación al debate sobre IA co-creadora VS IA como simple herramienta? Además, ¿qué opinas sobre el tema de la autoría en obras generadas con inteligencia artificial?
Creo que esto depende principalmente de la postura personal de cada artista. Algunos artistas, especialmente los pioneros en adoptar esta tecnología, la consideran como una co-creadora. Para ellos, trabajar con esta herramienta, este software o este ente, como prefieran llamarlo, les permite tener un diálogo creativo y les ayuda en el proceso de creación. Sin embargo, esta es solo una perspectiva, ya que hay otros artistas que utilizan la inteligencia artificial de manera más práctica, empleándola para resolver problemas que podrían ser más difíciles de abordar sin su ayuda.
En el caso de la música, por ejemplo, desde hace años se utilizan algoritmos de machine learning para optimizar procesos como la postproducción o la masterización. Estas IAs trabajan en segundo plano para hacer el trabajo más fácil y eficiente. Por otro lado, también existen herramientas de inteligencia artificial que actúan más como asistentes en la construcción creativa, y por último, están aquellas que realizan tareas más tediosas y laboriosas. Esta parte parece estar bien, pero también es importante destacar que en la actualidad, la inteligencia artificial está desplazando el trabajo de ciertas personas. Esto no es una distopía, sino una realidad.
En cuanto al tema de la autoría, permíteme dar mi opinión personal. La inteligencia artificial opera mediante lo que se llama redes neuronales, que son estructuras de software que imitan la estructura neuronal de nuestro cerebro. Nosotros, como seres humanos, absorbemos información desde el momento en que nacemos a través de nuestros sentidos: vista, oído, tacto, olfato y gusto. Utilizamos el sentido común y nuestro kit sensorizador para integrar esta información y movernos en el mundo. Los artistas también utilizan su conjunto de datos recopilado a lo largo de los años a través de sus sentidos, y lo combinan con su intención creativa para generar nuevas creaciones. Esta combinación de inputs y la intención creativa producen resultados únicos de vez en cuando.
Por lo tanto, si nos tomamos en serio la cuestión de la autoría, podríamos plantearnos quién es el autor real de una obra. Por ejemplo, ChatGPT puede generar texto a partir de imágenes con derechos de autor, pero nosotros, los humanos, también estamos influenciados por el conocimiento con derechos de autor que hemos absorbido a lo largo de nuestra vida.
Además, hay técnicas artísticas y corrientes basadas en la reutilización de fragmentos que no son propios, como el remix, el hip hop, el collage y el apropiacionismo. Estas prácticas existen desde hace tiempo. Sin embargo, es importante que existan formas de reconocimiento similares al software libre, como el Copyleft y el Creative Commons, donde los artistas pueden elegir cómo se utiliza su propiedad intelectual.
Por lo tanto, creo que todos los artistas deberían tener la libertad de decidir cómo se utiliza su obra. En este sentido, debería ser obligatorio que se respetara la elección de un artista de no permitir que sus obras sean utilizadas para entrenar modelos de inteligencia artificial si así lo desean. Pero por otro lado, esto es muy fácil porque yo no soy artista, pero te digo de verdad que si lo fuera y mi música no estuviera ahí y no formara parte, eso significaría que soy absolutamente irrelevante.
Me ha encantado lo del «kit sensorizador». Lo voy a adoptar y te daré crédito por la idea! De todos modos, el tema de que una inteligencia artificial entrenada llegue a determinar lo que es relevante y lo que no lo es, es bastante conflictivo. Se abren muchas cuestiones sobre cómo una IA determinada capta, filtra y organiza sus datos. ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Quién administra estos archivos? Solo este debate daría para una entrevista entera; estoy segura de que en las conferencias de Sonar +D podremos encontrar algunas respuestas.
Pero quiero preguntarte sobre tu visión a largo plazo en relación a la integración de la IA en el arte y la cultura: ¿qué esperas ver en los próximos diez años?
Es muy difícil contestar a esta pregunta, francamente. Creo que cuando emergieron tecnologías como la realidad virtual hacia 2014, y la inteligencia artificial entre 2015 y 2016, aposté más por la realidad virtual. Y la IA nos ha tomado a todos por sorpresa. ¿Tenían el potencial para ser importante? Sí, pero no me imaginaba que lo sería tan pronto y de esta manera. Por tanto, no me atrevo a hacer ninguna proyección de futuro.
Esto sí, me gustaría adentrarme más en rol de la computación cuántica y la genética. Son temas que me apasionan. Aunque los he abordado de manera discreta en ocasiones, me gustaría explorarlos más en el futuro, y de hecho, ya estoy trabajando en ello.
Para acabar, ¿nos recomendarías un libro, un álbum o una película que han sido inspiradoras para tu trabajo como curadora?
El libro que quiero recomendar tiene ya unos cuantos años, pero es absolutamente imprescindible; se trata de Atlas of Anomalous AI, una obra coral editada por
Ben Vickers & K Allado-McDowell, en donde se aborda la inteligencia artificial desde diversas perspectivas, en su mayoría culturales. Es de una editorial llamada Ignota, que recomiendo mucho. Si no saben qué leer, busquen los libros de Ignota porque son curiosos y diferentes.
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Antònia Folguera és comissària i comunicadora, i crea els continguts de conferències, podcasts i programes de ràdio. El seu treball es mou a través dels terrenys de l’art i la cultura digitals, la comunicació i la música electrònica.
És comissària de Sónar+D, el congrès de tecnologies creatives de Sónar, i forma part dels equips curatorials d’Eufònic (Terres de l’Ebre) i STRP (Eindhoven), i de les beques de l’Ajuntament de Barcelona La Capella Barcelona Producció.
També és part de la XRCB (Xarxa de Ràdios Comunitàries de Barcelona) una plataforma de podcasting comunitària, ètica i per al bé comú. Entre altres coses, a la xarxa prototipen i investiguen la ràdio del futur. També fa podcasts i ràdio en directe, i presenta i modera tot tipus d’esdeveniments culturals i tecnològics.
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