exibart.es entrevista: Filipa Oliveira, mediadora creativa en Manifesta 15
Entrevistas
El pasado 5 de septiembre, Barcelona y su área metropolitana se convirtieron en el escenario de la inauguración de la 15ª edición de Manifesta, la Bienal Nómada Europea. Según declaró su directora, Hedwig Fijen, esta edición es «la más ambiciosa y descentralizada» en la historia del evento, generando desde el inicio intensos debates y posiciones encontradas. Las preguntas sobre si Barcelona realmente necesitaba —o estaba preparada para— acoger un evento de tal magnitud, así como las discusiones en torno al verdadero impacto en el tejido artístico y cultural de la ciudad, han abierto un espacio crítico y fértil para la reflexión.
Entre las preocupaciones más recurrentes destaca la cuestión de la representación efectiva de artistas locales en un evento que se presenta con una aspiración «radicalmente local» —como nos señaló Fijen en una entrevista que le hicimos en el mes de octubre del año pasado—, así como el tipo de apoyo económico y logístico ofrecido a lxs creadores del territorio. Además, emerge un debate, esta vez dirigido tanto al Ayuntamiento de Barcelona como a la Generalitat de Catalunya, sobre la concentración de la financiación pública municipal y regional en la capital, lo que pone en riesgo el desarrollo de los espacios artísticos y culturales del área metropolitana y el resto de Cataluña.
Según Filipa Oliveira, mediadora creativa de esta edición de Manifesta 15, el proyecto tiene el mandato de actuar como un dinamizador de cambio, «señalando las heridas [existentes en el territorio] y abriendo espacios de debate». Organizada en torno a tres clusters temáticos —Cuidar y cuidarnos, Imaginando futuros, y Equilibrando conflictos—, y desplegada a través de 12 municipalidades, Manifesta 15 busca dejar un legado duradero para la región. ¿Cómo imaginar el futuro de las ciudades ante las tensiones entre crecimiento y sostenibilidad? ¿Cómo abordar los conflictos derivados de la crisis medioambiental implementando nuevos modelos de cuidado para nuestro entorno?
CC: Me gustaría profundizar en tu rol como mediadora creativa en el contexto de Manifesta 15. ¿Cómo defines esta posición? Y, ¿de qué manera la mediación impacta en la interacción entre el público y los contenidos del evento?
FO: Siempre he pensando en mí misma como curadora. El enfoque de Manifesta hacia la mediación era algo nuevo para mí, y quise reflexionar sobre lo que realmente significaba. Al principio me encontraba un poco perdida; pensaba: «¿Qué es lo que voy a hacer? ¿Es lo mismo que ser curadora, pero con otro título?”».
Fue difícil desaprender a ser curadora. Estoy acostumbrada a comenzar desde cero con una programación, desarrollar ideas, trabajar con artistas o a partir de una temática, y llevar el proceso por completo. Pero en este caso, me incorporé en medio de un proceso que ya estaba muy avanzado, con ejes bien definidos y estructurados.
El desafío fue desprenderme de la idea clásica de curaduría y sumarme a un proceso colectivo de pensamiento, uno que no depende completamente de mí. Esto fue un reto, pero también muy enriquecedor. Cada vez me interesa menos esa figura de «curador-dictador», que impone su visión. Me atraen más otros tipos de procesos curatoriales, que plantean y posibilitan el encuentro de distintas miradas. Para intentar resumir, podríamos decir que la mediación creativa es una forma de pensamiento curatorial, pero sin la figura totémica del gran «curador estrella».
CC: Mencionaste que te incorporaste cuando el proceso de conceptualización y los ejes temáticos ya estaban en gran parte definidos. Me interesa saber qué rol desempeñaste al llegar, especialmente en la conexión de los ejes o clusters principales—Cuidar y cuidarnos, Imaginando futuros, Equilibrando conflictos— que podrían correr el riesgo de ser demasiado generales, con el territorio y la realidad social y cultural de Barcelona. ¿Qué metodología empleaste para lograr esa vinculación?
FO: Es cierto que estos ejes temáticos son bastante generales y son temas sobre los que muchas personas ya están trabajando. Sin embargo, nos pareció necesario abordarlos en este momento en Barcelona. Aunque temas como el conflicto o el futuro pueden parecer abstractos, en este contexto se vuelven muy concretos.
Por ejemplo, el conflicto entre la expansión del aeropuerto de El Prat y la preservación ecológica es un debate actual y urgente para la ciudad. Casa Gomis, una de las sedes principales de Manifesta 15, está ubicada junto al aeropuerto y lo ilustra de forma tangible. Los aviones pasan costantemente a su lado y, a veces, dependiendo del viento, puedes salir de ahí oliendo a queroseno.
Es imposible ignorar la realidad del conflicto medioambiental cuando lo experimentas de manera tan directa. Este tipo de tensiones entre crecimiento y sostenibilidad son esenciales para la discusión sobre el futuro de la ciudad.
El eje de los cuidados también se conecta con el territorio. Las montañas, los ríos y el mar que definen Barcelona históricamente han sido lugares de refugio y protección, lo que resonó con la idea de cuidado en nuestro enfoque. Luego está el cluster Imaginando futuros, que decidimos explorar a través de una incursión en las Tres Chimeneas, uno de los últimos espacios costeros sin desarrollar, en Sant Adrià de Besos. En ese sentido, se configura como el último lugar donde todavía se puede debatir y proyectar el futuro. ¿Qué se hará allí? El Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs y la Generalitat de Catalunya pueden tener ideas, pero los vecinos también deberían tener una voz fuerte en la conversación.
En general, uno de los retos fue hacer que no parecieran clusters separados, sino interrelacionados. De hecho, muchos artistas podrían participar en varios ejes a la vez, ya que sus obras exploran estas conexiones de forma natural. Sin embargo, no queríamos que los participantes simplemente ilustraran ideas, sino que las temáticas fueran puntos de partida amplios, capaces de abrir debates sobre el cuidado, el futuro y los conflictos en el siglo XXI, desde las narrativas más ancestrales hasta el impacto de la inteligencia artificial.
CC: Me gustaría retomar algunas de las palabras clave que has mencionado para reflexionar sobre el territorio. Los «conflictos» en Barcelona, como la gentrificación, la expansión desmedida y el turismo masivo, son bastante evidentes, afectando la centralización de recursos y energías. Uno de los objetivos de Manifesta es precisamente la descentralización. ¿Qué formas de «cura» crees que Manifesta puede aportar con sus programas? ¿Cómo puede incidir en los problemas estructurales que ya enfrenta una ciudad como Barcelona, para contribuir a la imaginación de su «futuro»?
FO: Es una pregunta muy importante, y es algo que Manifesta también se cuestionó. ¿Barcelona realmente necesita a Manifesta? A primera vista, la respuesta parece ser que no. Barcelona es una ciudad con una escena artística consolidada, con iniciativas fuertes y programas tanto nacionales como internacionales de referencia, como el MACBA. Sin embargo, la invitación que recibimos desde el Ayuntamiento no fue para trabajar en la «Barcelona central», sino para repensar las ciudades a su alrededor, que a menudo quedan invisibilizadas.
Con sus problemas evidentes de gentrificación, turismo masivo y una herencia colonial que persiste, pero rara vez se discute, Barcelona tiende a concentrar recursos. Por eso, el reto fue dejar de tratar a los municipios del Área Metropolitana como meros suburbios de Barcelona y empezar a empoderar a estas ciudades como entidades con identidad propia, con estructuras culturales más sólidas, recursos mejor distribuidos y presupuestos adecuados. El objetivo no es competir con Barcelona, sino que estas ciudades funcionen como alternativas. Por ejemplo, Granollers ya tiene una base cultural sólida, pero otras ciudades cuentan con estructuras culturales más precarias que necesitan mayor apoyo.
Para responder a tu pregunta, en mi opinión, la «cura» está en fortalecer esas estructuras, darles más visibilidad y permitir que las ciudades del área metropolitana jueguen un papel más relevante dentro del tejido cultural de la región. Si logramos mejorar la calidad de vida y el acceso a la cultura en estas zonas, quizás más personas optarían por vivir fuera del abarrotado centro de Barcelona. Por supuesto, una bienal no puede resolver problemas estructurales tan profundos, pero como dice Hedwig, directora de Manifesta, puede ser una «incubador de cambio», señalando las heridas y abriendo espacios de debate.
Uno de los mayores retos es la movilidad entre estas ciudades, ya que todo está centralizado en Barcelona, y moverse entre las localidades cercanas es complicado. Si queremos desarrollar estas áreas, es esencial mejorar su conectividad. Estamos trabajando en ello desde un enfoque conceptual, colaborando con grupos locales, pero para que esto se materialice se necesitarán medidas económicas, de movilidad y políticas sociales.
Por último, me gustaría aclarar un punto sobre el presupuesto del evento. Manifesta tiene una política de transparencia total: toda la información está disponible en la página web, donde se puede ver exactamente de dónde proviene cada céntimo. Además, el presupuesto de Manifesta no se extrae de los fondos destinados a las estructuras culturales locales. Esto está asegurado en el acuerdo con la ciudad para evitar debilitar el tejido cultural existente. Los fondos para Manifesta provienen de un presupuesto destinado a eventos internacionales, como el que se utiliza para la Copa América. En resumen, no estamos aquí para competir o debilitar las instituciones locales, sino para fortalecerlas, ofreciendo una plataforma de visibilidad y apoyo que puedan aprovechar.
CC: En este sentido, me interesa mucho el tema de las temporalidades. Para que esta «cura» de la que hemos hablado sea efectiva, Manifesta ha apostado por un proceso largo antes de anunciar a los participantes y su metodología. Sin embargo, después del evento, ¿cómo crees que Manifesta podrá seguir incidiendo en el futuro de la ciudad y su área metropolitana? ¿Cómo se mantendrá el vínculo con las comunidades involucradas, no solo las artísticas, sino también con esos otros clusters de saberes y conocimientos que el evento ha intentado conectar?
FO: La pasada edición de Manifesta, que se celebró en Pristina, Kosovo, dejó el Centre for Narrative Practice como legado físico, pero gestionar estos espacios una vez que Manifesta termina no es sencillo. Ahora bien, ¿es realmente necesario dejar una estructura física? No estoy segura de que sea indispensable; sí creo que lo más valioso es crear un faro, una guía que inspire usos futuros. Por ejemplo, la antigua sede de la editorial Gustavo Gili, única venue de Manifesta en Barcelona, es un espacio con un enorme potencial, y la reflexión sobre su futuro–si se convierte en un archivo o un espacio cultural relevante–, es fundamental. Lo mismo se aplica a otros espacios, como las Tres Chimeneas: ¿cómo podemos asegurar que se usen para la creación cultural y el pensamiento crítico en lugar de convertirlos en oficinas?
Lo que realmente me gustaría es que, tras Manifesta, los centros con los que hemos trabajado se empoderen y continúen el trabajo que comenzamos juntos. Hemos colaborado con el territorio y las comunidades, y espero que esa colaboración permanezca como un eje central. Me gustaría que estos lugares se conviertan en centros de pensamiento relevantes en cada una de sus ciudades, no solo en Barcelona. Por ejemplo, el Museo de Ciencias Naturales de Granollers tiene un presupuesto muy bajo, pero está en el centro de la ciudad. ¿Por qué no imaginar su futuro con la colaboración de artistas y pensadores contemporáneos sobre temas como la ecología en el siglo XXI? Creo que abrimos posibilidades de pensamiento y profesionalización, y cuando se cuenta con buenos medios y recursos, el impacto y la visibilidad se amplifican.
Al final, lo más importante es fortalecer el trabajo colectivo entre ciudades. No se trata solo de ciudades separadas, sino de crear una red sólida que se relacione también con Barcelona y, a su vez, beneficie a ambas partes. Que el público entienda que puede tener acceso a algo relevante en su propia ciudad.
CC: Mientras te escuchaba, me vinieron a la mente las intervenciones específicas de Jean-Claude y Christo, quienes empaquetaban edificios o sitios naturales para señalar que esos eran los lugares donde había que poner atención. Aunque sus gestos eran efímeros y limitados en el tiempo, quizás el legado más ambicioso de Manifesta debería ser algo similar: dirigir la atención hacia los lugares que necesitan ser repensados y cuidados, cuestionados, reconstruidos o deconstruidos.
FO: Me parece muy acertado el ejemplo que mencionas. Es como si pudiéramos señalar algunos de estos lugares y decir: «Mira, aquí hay un potencial gigantesco, pon atención». A menudo son espacios casi invisibles, zonas periféricas o monolíticas que están siendo ignoradas. A veces, esos lugares que parecen olvidados o sin valor son los que tienen más potencial para sorprender.
En los sitios más sencillos o menos valorados es donde realmente puedes crear algo que transforme, que entusiasme a la gente, y que convierta ese espacio en un lugar de encuentro y reflexión sobre la ciudad y su futuro. Y no quiero decir que no sea importante el MACBA o el foco que se le da al centro de Barcelona, pero reducir todo el arte y la cultura a esa zona es muy poco democrático.
CC: Mi siguiente pregunta se refiere a los contenidos. En este esfuerzo por conectar distintos territorios y nacionalidades, se ha llevado a cabo un trabajo de selección de artistas locales, por decirlo de alguna manera, a través de una convocatoria pública o de encargos directos. Pero también hay una parte significativa de la programación que tiene un carácter más internacional. ¿Cómo se han articulado y vinculado todas estas distintas ánimas dentro de la programación?
FO: Es aquí que entra en juego el papel del mediador creativo. Teníamos muchas propuestas que llegaban de formas distintas: participantes de investigaciones previas, convocatorias abiertas, e incluso ideas que venían directamente de las ciudades que querían expresar sus deseos. ¡Unir todo eso era un reto!
Como mencionaba anteriormente, Manifesta es una bienal internacional, europea;no podía enfocarse solo en artistas locales, no era ese el propósito. Desde mi perspectiva como curadora de un país como Portugal, que tiene una relación tan cercana con España, siempre he pensado que más allá de promocionar a artistas locales, lo que realmente enriquece es ponerlos en diálogo con compañeros internacionales. Eso amplía horizontes, tanto para los artistas como para el público. Además, queríamos reflejar la diversidad de Europa. Aunque no buscamos tener un artista de cada país, sí que intentamos tener una representación amplia del continente. Y cabe decir que, para reflexionar sobre Europa hoy, es imposible no considerar lo que ocurre en África o América del Sur, especialmente en España y Portugal, dado sus pasados coloniales. Barcelona, al igual que Lisboa, tiene esa herencia muy presente, y ese tema debía ser visible.
Además, era fundamental encontrar una manera de unir estos discursos y pensar no solo en el presente y futuro, sino también revisar narrativas del pasado que no han sido lo suficientemente exploradas. Muchas de ellas vienen de mujeres que, hace 20, 40 o 50 años, ya estaban abordando estos mismos temas. Ciertas cuestiones que quisimos abordar con el programa no son nuevas ni innovadoras, forman parte de la historia de nuestras ciudades y nuestro planeta. Por eso, volver a figuras como Judy Chicago o Fina Miralles es tan importante. Ellas ya trataban temas como la cura de nuestro entorno y la conciencia eco-social hace décadas, y su relevancia sigue vigente. Son referentes fundamentales para entender nuestra sociedad actual, al igual que artistas contemporáneas como Lynn Macy, que abordan casi los mismos temas, pero desde una perspectiva diferente y con 50 años de distancia. Es esencial seguir revisitando estos pilares para construir un discurso que conecte pasado y presente.
CC: Solo me queda una última reflexión. Y me gustaría cerrar volviendo a lo que te pregunté al inicio: ¿cómo ha cambiado tu visión de la curaduría con el tiempo, tras tu paso por Manifesta? ¿La idea que tenías al principio sobre la mediación creativa ha evolucionado desde que se inauguró la Bienal?
Como mencionaba al principio, al inicio no entendía del todo mi rol, me llevó tiempo comprender cómo afrontarlo, especialmente ante el reto que planteaba Hedwig. Trabajé muy estrechamente con ella, y elegir juntas a los artistas fue un privilegio. El proceso fluyó de manera natural, convirtiéndose en un diálogo muy íntimo y cercano.
Me di cuenta de que esta labor de construir ciudad y acercar la cultura a la gente solo se puede lograr reflexionando sobre el contexto y trabajando con el territorio. Estos diálogos requieren tiempo, confianza y mucha empatía. La empatía es, de hecho, una herramienta clave en la mediación creativa. También hacen falta resiliencia y flexibilidad, porque no podemos basarnos únicamente en nuestra subjetividad o nuestro punto de vista personal; eso es limitado. Lo realmente valioso es generar una visión que emerja de la diversidad de perspectivas, incluso cuando estas sean contradictorias.
La visión individual tiene su lugar, pero es mucho más enriquecedor cuando un proyecto es el resultado de un diálogo colectivo, donde distintos perfiles se juntan para soñar y repensar un contexto. Me encantaría que ese legado perdurara: que, aunque Manifesta termine en unas semanas, quede espacio para seguir soñando juntos sobre cómo puede evolucionar este territorio en términos de cultura, arte, accesibilidad, educación, y todo lo que hemos estado debatiendo.
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Filipa Oliveira es programadora de artes visuales y comisaria de la ciudad de Almada, Portugal, a cargo de la dirección artística del Centro de Arte Casa da Cerca, la Galería Municipal de Arte y el Convento de los Capuchinos de Lisboa. Entre otros trabajos, ha ejercido de co-comisaria de la Bienal de Coímbra en Portugal en 2021 y de asistente de comisariado de la 28.ª Bienal de São Paulo.
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