La galería RocioSantaCruz inaugura hoy Inexorable, una serie fotográfica de Colita (Barcelona, 1940 – 2023) realizada entre 1960 y 1980 que, por primera vez, se presenta de forma íntegra. El proyecto, desarrollado en colaboración con el Archivo Colita, propone una reflexión radical sobre el tiempo no solo como tema, sino como agente activo que interviene físicamente en la imagen fotográfica.
Las fotografías que conforman Inexorable parten de una iconografía aparentemente silenciosa: objetos abandonados, paisajes deshabitados, espacios marcados por el uso. Sin embargo, su singularidad reside en el tratamiento posterior que la propia fotógrafa aplicó a las copias. Tal como explica Francesc Polop, director y heredero del Archivo Colita, las imágenes fueron positivadas con un baño final de té y posteriormente expuestas de manera deliberada a condiciones adversas–humedad, polvo, filtraciones de agua–, dejando que el deterioro actuara sin control. Este gesto convierte el proceso en parte esencial de la obra.
Lejos de entenderse como una operación estética nostálgica, el carácter procesual de la serie subraya una investigación sobre la fragilidad de la memoria y la fotografía como materia viva, vulnerable al paso del tiempo. La imagen ya no se limita a representar lo fotografiado, sino que incorpora en su propia superficie la huella de una transformación continua, casi geológica, donde el tiempo se manifiesta como sedimento.
El universo visual de Inexorable se inscribe en una estética de la cotidianidad que atraviesa buena parte de la obra de Colita. Al otorgar densidad histórica y simbólica a escenarios comunes, la fotógrafa no solo registra, sino que interroga el valor de lo aparentemente insignificante. Algunas de estas imágenes ya habían aparecido en publicaciones clave como Una tumba (1971), junto a Juan Benet, o Els Cementiris de Barcelona (1981), pero el conjunto nunca había sido mostrado en su totalidad.
Esta exposición plantea así un desplazamiento del archivo documental hacia un espacio de diálogo entre tiempos, miradas y experiencias, reafirmando la vigencia de Colita y su capacidad para pensar la fotografía como un territorio atravesado por la memoria, la transformación y la pérdida.
