15 junio 2022

Discoidales, profundidades de una pieza desconocida.

de

Con 'Discoidales', Criado compone una brújula del tiempo, misteriosa y provocadora para hacernos imaginar otra mirada sobre el planeta distinta de la visión colonial.

Nacho Criado, 'Discoidales', 1985. Técnica mixta. Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa”.

Procesar el legado colonial sigue siendo una de las tareas pendientes de España. El Imperio, ensombrecido por la historia reciente, se deja entrever en las relaciones con las excolonias, o en la mentalidad de dominación que aún persiste en ciertos estamentos del poder. El caso del Sáhara, las complicidades con Obiang, pero también la condición de Ceuta, Melilla, y Gibraltar aparecen en la actualidad como problemas borrosos de los que la mayoría desconocemos sus complejidades y las implicaciones históricas y actuales de nuestros gobiernos. La mutación pandémica, la revuelta global contra el racismo estructural inició el derribo de los monumentos del patriarcado colonial para iniciar, según Paul B. Preciado, un proceso de resignificación en donde el pedestal vacío facilita el continuo cuestionamiento de la historia. Una interrogación que sigue en el último “monumento” de Maya Lin, What is Missing, un archivo de la extinción masiva de especies y una incitación a transformar el futuro. 

Maya Lin, ‘What Is Missing?’, 2021. Fuente: whatismissing.com

Es precisamente en el interponerse en la historia, donde podemos situar Discoidales, una pieza de Nacho Criado, que ha dormido en los almacenes de la Fundació “la Caixa” durante los últimos treinta y cuatro años. Creada en 1985 para una exposición individual en la Sala Moncada, la obra fue recuperada y restaurada cuando la seleccioné para mi propuesta “La Próxima Mutación” sin yo saber mucho del artista y nada de la pieza en concreto. Sabemos que a Criado le gustaban los rompecabezas, así lo afirmó Gloria Moure cuando visitó la exposición en el Caixaforum de Barcelona. También sabemos, dice Remo Guidieri en su texto, algo críptico, del catalogo de la retrospectiva del Reina Sofía (Agentes Colaboradores, 2012) que a Criado le gustaba mezclar “tekné y brujería” haciéndose eco del lema, “ouija y sufragio universal” de Baudelaire. Dos pistas que nos adentran en la obra de este artista al que no acabaremos nunca de comprender del todo.

Discoidales se compone de tres cuerpos, una secuencia de elementos que se repiten y alteran sugiriendo una rotación circular. Espejos, rejillas metálicas, cristal, zinc, plomo, cobre, latón, y una plancha de grabado forman este artilugio mágico, un mecanismo que según gira puede desvelarnos un secreto. Productividad y conocimiento ancestral decíamos, industria y atavismo, elementos aparentemente opuestos que se acoplan en una función desconocida de la que sólo tenemos algunos indicios. Entre ellos, encontramos las estelas discoidales, monumentos funerarios, que en el País Vasco aparecen con el Lauburu, cuyo movimiento accionado por la esvástica curvilínea nos emplaza a la simbología pagana que asocia el ciclo de la vida y la muerte con el culto solar. La pieza de Criado contiene tanto la rotación de los elementos como el destello brillante del cobre, símil del astro rey. Siguiendo esta interpretación, Discoidales son tres mojones, tres tumbas, tres cruces, reforzadas por la escalera de la “cruz” central, que nos conecta con la iconografía de la crucifixión, un tema que Criado trataría en relación con la obra de Matthias Grünewald y de Andrea Mantegna en los años noventa. Hay, además, en este cuerpo central unos números que parecen indicar la marcación de profundidad de las mareas oceánicas influidas por la Luna.

Nacho Criado, ‘Discoidales’, 1985. Técnica mixta. Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa”. Vista de la exposición ‘La próxima muntación’ comisariada por Xavier Acarín Wieland.

Siguiendo la complejidad de las simbologías sagradas, Mircea Eliade veía en las estelas funerarias una suerte de amuleto con la que asegurar la protección de los vivos frente a las violencias de los muertos. Un nuevo hilo interpretativo que nos lleva al tercer cuerpo de Discoidales donde encontramos una cruz horizontal inscrita seguida de la leyenda “1519 IN NOMINE DE”, una referencia que nos ayuda a identificar la plancha del grabado como la carta náutica creada por el portugués Jorge Reinel en 1519 antes de partir en la expedición de Magallanes hacia el Pacífico. El mapa original, perdido durante los bombardeos aliados sobre la Alemania nazi, trazaba las islas Molucas, deseadas a la sazón como “islas de las especias”. Magallanes murió en Filipinas, y quienes sobrevivieron llegaron a las actuales islas Maluku el 7 de noviembre de 1521, quinientos años justos en otoño pasado mientras Discoidales se exhibía en el Caixaforum. El periodo entre 1519 y 1521 también marca la conquista de México facilitada por la introducción de la viruela como arma biológica que acabó con la vida de más de tres millones de personas. Encontrar estas coincidencias, en una exposición que buscaba profundizar en el sentido de la actual pandemia, fue un hecho inesperado y a la vez misteriosamente premeditado, como si alguien lo hubiera dejado preparado.

¿Podría ser que Criado quisiera con Discoidales instigar un debate sobre el pasado colonial de España a mediados de los años ochenta? ¿Podemos pensar Discoidales como un amuleto que nos quiere prevenir de la violencia colonial? Lo cierto es que Criado, el único artista que ha expuesto tres veces en el Palacio de Cristal del Retiro creó precisamente ahí en 1977, una instalación que trataba el origen del Palacio como invernadero de plantas de Filipinas, y que en 1992 con Vertebrándalus, la memoria productiva, en el pabellón Andaluz de la Expo de Sevilla hizo su particular contribución al quinto centenario de la Conquista de América. Es por tanto evidente que Criado tenía una preocupación continuada por el colonialismo español, y que este era parte de sus buceos por el pasado de los que emergía creando complicidades entre la materia y la historia. En sus obras, la presencia del cristal, de los metales, de hojas secas, botellas de anís, o de los “agentes colaboradores”, ya sean estos termitas o hongos señalan una intención de dar espacio a lo que hoy diríamos no-humano, como entidad activa capaz de transmutar la percepción humana, inherentemente relacional.

Los espejos de Discoidales nos absorben y nos sitúan dentro de la pieza, somos parte de ella, como somos parte de nuestro pasado turbulento que sigue abierto, pendiente, esperando ser tratado con la atención debida. Con esta pieza, Criado elabora un conjuro que nos convoca a trabajar la historia como presente material y simbólico. Casi como si se tratara de una receta alquímica podemos leer la pieza como una alienación entre materiales y cuerpos celestes que se afectan y acoplan en una relación entrópica, el cristal pintado es la tierra, el zinc la luna, el cobre el sol. Tres grandes discos que giran para revelarnos una y otra vez la herencia de sangre del Imperio donde nunca se pone el sol. Con Discoidales, Criado crea no un monumento sino un “mecanismo de la memoria”, invocando a Giordano Bruno, otro de los referentes del artista. Para Bruno, decía Frances Yates, las imágenes de los astros son intermediarias y es a partir de su manipulación que recordamos el conocimiento y la organización de la vida en la tierra. Discoidales cumple una función entre mundos y tiempos, haciendo del artista un artífice preocupado por el horror a la huella que marca el comportamiento humano y lo encierra en la repetición de la condición asumida del conquistador. Sólo podremos romper este ciclo a partir de descolonizarnos, entendiendo que la lógica de dominación nos hace cautivos de un mundo en colapso social y ecológico. Una visión jerárquica, vertical y lineal en el tiempo, que pretende agotar todos los recursos, humanos y no-humanos, naturales y culturales, en pos del crecimiento expansionista. Siguiendo el hermetismo filosófico, Criado compone una brújula del tiempo, misteriosa y provocadora para hacernos imaginar otra mirada sobre el planeta, distinta a la visión colonial, abriendo el tiempo para dar una oportunidad al porvenir.

Xavier Acarín Wieland

Sobre el autor

Xavier Acarín Wieland es comisario y docente. Sus proyectos y exposiciones se han presentado entre otros lugares, en Elastic City, Parsons School of Design, The Hessel Museum, Peekskill Project 6, The Abrons Arts Center, Knockdown Center y Unbag-Wendy’s Subway en Nueva York, La Ira de Dios-CheLA en Buenos Aires, HIAP Suomenlinna y Muu Kaapeli en Helsinki, y en la Fundación Mies van der Rohe y el Reial Cercle Artístic, en el contexto del Festival Loop, y en el Caixaforum de Barcelona. Ha escrito textos para exposiciones en el Centre d’Art Tecla Sala, P.A.D. Gallery, Galería Rosa Santos, ADN Galería, y Participant Inc. Sus artículos, ensayos, y entrevistas se han publicado en El Periódico, A-Desk (2007-2019), Culturas-La Vanguardia, Esnorquel, y Terremoto, y es coautor de tres libros, Dear Helen (CCS Bard, 2014), Experience Design (Bloomsbury, 2014), y Ante la Imagen de Àlex Nogué (Comanegra/BRAC, 2016).