El centro KBr de Fundación MAPFRE (Barcelona) abre su programación estival con una doble apuesta que dialoga a través del tiempo y el espacio. Por un lado, la recuperación imprescindible de Joan Andreu Puig Farran (Belianes, Lérida, 1904 – Barcelona, 1982), testigo de una década crucial en la historia de España; por el otro, la mirada transformadora de Edward Weston (Highland Park, Illinois, 1886 – Carmel-by-the-Sea, California, 1958) figura clave de la fotografía moderna estadounidense. Dos exposiciones complementarias que, desde enfoques y contextos muy distintos, invitan a repensar el poder de la imagen para construir memoria y pensamiento visual.
Puig Farran: el testigo invisible de una década en llamas
KBr abre sus puertas a una de las recuperaciones más necesarias de la fotografía documental catalana del siglo XX: Joan Andreu Puig Farran: la década convulsa (1929-1939). Se trata de la primera exposición dedicada al fotógrafo leridano, pese a su papel como testigo directo —y activo— de algunos de los acontecimientos más intensos del periodo de entreguerras en España.
Puig Farran no fue un observador casual. Su carrera como fotoperiodista se desarrolló en un entorno de efervescencia política y social, especialmente tras su traslado a Barcelona a finales de los años veinte. Allí, la metrópoli vibraba al ritmo de los grandes contrastes: desde la sofisticación de la burguesía industrial hasta la precariedad de las clases populares que habitaban en los márgenes urbanos. Puig Farran retrató esta realidad con una mirada aguda, a medio camino entre la denuncia social y la fascinación por el dinamismo urbano.
La muestra, comisariada por Arnau González i Vilalta y Toni Monné Campanà, reúne material inédito rescatado del archivo familiar y de fondos documentales como los de La Vanguardia. Muchas de las imágenes han sido positivadas a partir de placas de vidrio originales, lo que permite apreciar tanto la calidad técnica como la sensibilidad del fotógrafo. No se trata solo de una recuperación histórica: es un acto de justicia visual con uno de los cronistas olvidados de la modernidad española.
Entre las fotografías destacan escenas cotidianas de una Barcelona contradictoria: las celebraciones religiosas, los días de playa y los disturbios políticos conviven en un mismo imaginario sin fronteras claras entre lo público y lo privado, entre lo íntimo y lo político. También cobra especial protagonismo el auge del deporte como fenómeno de masas. Desde las primeras ligas de fútbol hasta las carreras de caballos o las pruebas de esquí, Puig Farran captó cómo el deporte ofrecía un respiro —y a veces una válvula de escape ideológica— en una sociedad en tensión permanente.
Pero si hay un momento en el que su cámara adquiere una dimensión histórica profunda es durante la Guerra Civil. Como fotógrafo al servicio del bando republicano, Puig Farran documentó tanto el frente como la retaguardia. Sus imágenes ofrecen un testimonio visual de la esperanza, la violencia y la desolación de un país fracturado. Esa implicación le costaría cara: tras el fin del conflicto, fue condenado a muerte por el régimen franquista, pena que le sería conmutada más tarde, aunque nunca se le permitió volver a ejercer como fotoperiodista.
Su exilio, su paso por campos de internamiento y la posterior censura lo relegaron a un segundo plano en la historia de la fotografía española. Terminó dedicándose a la fotografía publicitaria y a la edición de postales, muy lejos de la intensidad de su etapa como reportero. Sin embargo, su archivo sobrevivió, y con él, una memoria visual imprescindible para entender no solo la Barcelona de los años treinta, sino también las grietas y contradicciones de toda una época.
La exposición, que se inscribe dentro de la programación oficial de PHotoESPAÑA 2025, estará abierta al público del 12 de junio al 31 de agosto.
Edward Weston: el lenguaje universal de la forma
En paralelo, KBr acoge la muestra Edward Weston: La materia de las formas, una antológica que recorre las distintas etapas de producción del fotógrafo norteamericano. Considerado una figura fundamental en la afirmación de la fotografía como disciplina artística autónoma, Weston fue pionero en mostrar que la belleza, el misterio y la emoción no estaban reservados a la pintura o la escultura, sino que podían brotar también del revelado en blanco y negro.
La exposición, comisariada por Sérgio Mah y organizada con el apoyo del Center for Creative Photography de la Universidad de Arizona, reúne cerca de 200 imágenes que permiten trazar una línea evolutiva: desde los inicios pictorialistas hasta la radical simplicidad de sus famosas naturalezas muertas, desnudos y paisajes. Weston no se conformó con documentar la realidad: la transfiguró.
Con una técnica depurada —cámara de gran formato, nitidez extrema, juego de texturas y sombras— Weston propuso una visión que eludía el sentimentalismo. Incluso en sus desnudos, lo erótico no desplaza la fascinación por la línea, el contorno, la forma pura. Sus imágenes de dunas, troncos, nubes o piedras no buscan retratar un paisaje externo, sino construir un lenguaje visual que roce lo universal.
Weston, cofundador del influyente Grupo f/64, llevó la fotografía directa a sus máximas consecuencias, apostando por una estética que, en su aparente frialdad formal, contiene una profunda poesía visual. Esa búsqueda de lo esencial marcaría toda su trayectoria, incluso en sus etapas más sombrías.
A medida que avanzan los años, y en paralelo a su enfermedad de Parkinson, su obra adquiere una tonalidad más melancólica, una densidad emocional que se hace evidente en las series dedicadas a cementerios, paisajes desolados y elementos naturales marcados por el paso del tiempo.
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Ambas exposiciones podrán visitarse hasta el 31 de agosto en el KBr, que este verano propone una doble mirada: una sobre la capacidad de la fotografía para capturar la historia en tiempo real; otra, sobre su potencia para construir belleza desde lo esencial.
En paralelo, el día 11 de junio a las 18.30h el ciclo Invitad@s ofrecerá una conversación entre los comisarios de la muestra dedicada a Puig Farran. A través de su recorrido, pondrán en evidencia cómo tanto la vida como la obra del fotógrafo están marcadas por la agitación de su entorno.
