05 noviembre 2025

Ignasi Aballí: ‘Ver para leer’ en el Museo Casa de Cervantes (Valladolid)

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Bajo el comisariado de Bea Espejo, la exposición se articula como un juego de espejos con el propio Cervantes, con quien el artista comparte una mirada descreída pero atenta al detalle mínimo.

Ignasi Aballí, 'Páginas', 2025. Cortesía del artista y del Museo Casa de Cervantes.

Del 6 de noviembre de 2025 al 18 de enero de 2026, el Museo Casa de Cervantes de Valladolid acoge Ver para leer, una intervención de Ignasi Aballí concebida expresamente para dialogar con los espacios del museo dentro del programa Casa tomada. Fiel a su manera de convertir lo cotidiano en reflexión estética, Aballí propone aquí un recorrido silencioso y minucioso por las tensiones entre la visión y la lectura, entre la imagen y el lenguaje, entre lo visible y lo que solo se alcanza al mirar dos veces.

Bajo el comisariado de Bea Espejo–ya curadora de Corrección, propuesta de Aballí para el Pabellón de España en la 59 Bienal de Venecia–, la muestra se articula como un juego de espejos con el propio Cervantes, con quien el artista comparte una mirada descreída pero atenta al detalle mínimo. Si para el escritor lo literario era un «espejo de doble fondo», Aballí convierte esa definición en estructura conceptual: cada pieza plantea un desplazamiento perceptivo, una invitación a leer lo que está detrás, debajo o al margen de lo evidente.

El punto de partida es una variación de la fórmula «ver para creer». Aballí invierte su lógica empírica y la transforma en una actitud estética: «ver para leer», es decir, mirar con el detenimiento de quien interpreta. El artista hace del gesto de observar una forma de lectura y del texto, un territorio visual. En su obra, la frontera entre palabra e imagen se disuelve, abriendo la posibilidad de que el ojo funcione como lector y el lenguaje como materia visual.

La intervención más significativa tiene lugar en la biblioteca del museo, donde Aballí ha girado todos los volúmenes que no contienen el apellido Cervantes en el lomo. Los cantos envejecidos de los libros, ahora visibles, conforman una paleta accidental de ocres y amarillos que el artista denomina Páginas (2025). De ese gesto mínimo–dar la vuelta a un libro–merge un comentario sobre el tiempo, la memoria y la materialidad del conocimiento. El polvo acumulado en los estantes se convierte, además, en residuo poético: los guantes manchados que usó el artista, expuestos bajo el título Guantes sucios (2025), hablan del trabajo manual y del inevitable contacto con la historia.

Otras obras prolongan ese diálogo entre lo literal y lo simbólico. En Rótulo (2025), una fotografía de un cartel que advierte «no tocar las pinturas» se transforma en pieza autónoma, ironizando sobre la imposibilidad de no tocar cuando todo en la exposición consiste precisamente en tocar–miradas, textos, ideas. En Entre líneas (2005) y Imagen incompleta (2025), el artista recurre al blanco y al error como zonas fértiles del pensamiento visual. Las tachaduras, los espacios vacíos o el uso del Tipp-Ex aluden a una escritura que borra para construir, a una pintura que se hace de silencios.

La dimensión lingüística aparece también en Listados (Literatura I y II), donde Aballí recorta palabras del periódico para construir un vocabulario paralelo, una suerte de literatura residual. En Un paisaje posible (2025) y Doble lectura (Shakespeare/Joyce), el artista juega con lo que se intuye y lo que se superpone: páginas que se mezclan, fragmentos que apenas se dejan ver, capas de sentido que exigen una lectura activa del espectador.

Fuera de las salas, la exposición se extiende a la ciudad. La obra Casi (2025), una gran frase inacabada instalada en la fachada, funciona como metáfora del proceso artístico: toda interpretación es tentativa, todo conocimiento es parcial. Los Índices (2025) de El Quijote, reproducidos como pósteres en distintos puntos de Valladolid, descontextualizan el texto cervantino para construir una «biblioteca de la ausencia», una lectura expandida del mito literario.

En Ver para leer, Ignasi Aballí no ilustra a Cervantes, sino que lo toma como interlocutor. Ambos coinciden en la ironía y en la sospecha: en la necesidad de creer un poco para poder ver. Lo que la exposición ofrece es un ejercicio de atención, una práctica del mirar lento que convierte el museo en una página abierta.

Redacción

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