13 octubre 2022

exibart.es entrevista: Adelaida y Bo Bannink, cuerpo, voz y atrezzo

de

Nuestra extensa aproximación al mundo fascinante de las artistas polifacéticas revela un vínculo emergente que cada vez más se ve fortalecido entre las artes visuales y la música.

Retrato de Adelaida. Fotografía de Bo Bannink. Cortesía de Bo Bannink y Adelaida.

Adelaida es una paradoja, casi un espejismo. Su liquidez sorprende puesto que ha fluctuado entre una multitud de estados, manifestaciones y atmósferas a lo largo de los últimos años. Se conocía sobre todo por su trabajo en el sector artístico plástico tanto en su ciudad natal, Barcelona, como en la ciudad en que se formó durante 5 años, Londres. Hace tan solo un año y medio hizo un giro de tuerca que podría haber parecido fuera de lugar, forzado, no meditado. No podría ser más al contrario. Dentro de la cantautora y compositora catalana ha estado gestando una potencialidad latente; un destino que existe desde su infancia que lleva casi 20 años fermentando. Ahora estalla con la llegada de su primer álbum, Cántaro.

Estrenado el 28 de septiembre, la artista parió un mundo sonoro fecundo, denso, lírico y atrevido. Texturas fluviales, armónicas y extáticas conviven con momentos iconoclasta, atonales y preciosamente farragosos. Pese a la radicalidad de su música, su ascenso considerable en tan poco tiempo se debe al fervor con el que trabaja (una estrategia trasladada de su trabajo en el sector artístico) y a su comunidad local que se ha convertido en sus fans leales. El 18 de noviembre a las 20:20h, la compositora presentará Cántaro con un concierto en El Pumarejo acompañada por un DJ set de LANAV (Anna Lanau) quien se encargó de la coproducción y la mezcla del disco.

Adelaida en Festival Límbic. Cortesía de Adelaida.

En su corta presencia en la escena, ya ha podido tocar en consagrados festivales e instituciones como Primavera Sound, Eufònic Festival d’Arts Sonores, Festival Límbic, Arts Santa Mònica, El Pumarejo, Sala Vol, Sala Taro, LAUT y el Corralito. No es de extrañar que estos festivales y sedes cuenten con una programación experimental que suele difuminar la línea entre artes visuales, plásticas, sonoras y musicales; y la obra de Adelaida no se podría describir de mejor manera.

Hija de los artistas y pensadores aclamados, Marcel·lí Antúnez Roca y Begoña Egurbide, y formada en Artes Visuales por la prestigiosa institución londinense, Central Saint Martins, Adelaida permea con una actitud, abordaje y conceptualización de una artista visual. Sus manierismos, su retórica y la manera en que compone sus paisajes sonoros eclécticos y oníricos, y su voz que emite gemidos lánguidos y a la vez calmantes, están claramente entrelazados con su formación en las artes plásticas. También, recuerdan directamente a las idiosincrasias de la artista islandesa, Björk, quien también tiene un control universal en todo lo que produce a un nivel sonoro y visual.

Nos sentamos con Adelaida y la directora visual, fotógrada y fundadora de SPREAD MAG, Bo Bannink, la mano responsable por la exteriorización del mundo íntimamente interior de la cantautora. Hablamos sobre cómo han tejido este mundo peculiar, su colaboración y su vínculo con el arte contemporáneo. Descubriremos la razón por su traslado a la música que tiene más coherencia de lo que parece.

Fotografía de Bo Bannink. Cortesía de Bo Bannink y Adelaida.

«Empecé mi carrera musical hace sólo un año y medio,» empieza confesando la cantante, «pero siempre ha estado creciendo en mi cabeza. En el momento en que me animé a empezar, me volqué al 100%. Dirigí toda mi energía a la música de un día a otro casi. Cesé mi carrera artística de una vez. Pero, a pesar de esto, mi formación en Bellas Artes ha alimentado mi práctica de alguna manera. ¡No es que venga del mundo de las matemáticas!»

En cuanto a su aproximación al sector en el cual se encuentra actualmente, reclama que «sinceramente no tenía muchos conocimientos sobre música electrónica ni el contexto. Pero al estudiar Bellas Artes y trabajar con imágenes en movimiento durante mucho tiempo, empecé a obsesionarme específicamente con el sonido con que trabajaba en mis obras multimedia. Así que en algún momento tenía que ocurrir este giro. Hay que aclarar que empecé a cantar en un coro cuando tenía 6 años hasta los 16, así que tengo una formación musical clásica anterior a las artes plásticas.»

No solo cuenta con una formación académica en la música coral. Su genealogía también presenta antecedentes: «Mi abuelo materno cantaba mucho. Era vasco. En la cultura vasca hay una tradición preciosa del canto así que cada vez que nos reunimos en familia, al final de las comidas, ¡mi abuelo siempre tenía su momento! El canto siempre ha formado parte de mí pero algo me daba miedo. O no me creía capaz de escribir música.»

Preguntamos por las tensiones y actitudes desalentadoras que quizá podrían haber disuadido a Adelaida a abrirse e iniciar su carrera musical más temprano. Responde que «en mi contexto, Central Saint Martins, estaba rodeada de bastantes ejemplos de músicos distintos. En mi caso, mi voz es mi instrumento. Los músicos que conocía tocaban otros instrumentos y quizás no le daban la misma importancia a la voz. Así que sentí que necesitaba tocar un instrumento cuando ya lo hacía. Intenté varias veces colaborar con otras pero no funcionaba porque soy obsesiva y quiero meterme de lleno en las cosas cuando las empiezo además de que la gente tiene ritmos diferentes. Así que eso no ayudó a alimentar mi partida hacia la música. También me asustaba lo visible que te vuelves… tu cuerpo, tu ‘yo,’ las cuestiones de privacidad. No me parecía emocionante.»

Fotografía de Bo Bannink. Cortesía de Bo Bannink y Adelaida.

Bo interviene tiernamente: «¡Pero te queda muy bien! La presencia visual se adapta a tu personaje, a tu ‘yo.'» Una ruborizada Adelaida contesta sonriendo ferozmente: «¡Gracias! Es importante porque mis actuaciones tienen que ver con mi presencia, así que no puedo huir de eso, pero sí siento que necesito vivir la primera mitad de mis ’20’ con cierto espacio y hacer lo mío.»

Preguntamos por el apoyo, o falta de apoyo, que recibió por parte del mundo del arte. Si había un cierto desdén hacia las artes sonoras y la música en su entorno familiar y en la escena artística de Londres:

«Dejé de cantar a los 16 años. Cuando llegó el momento de elegir una carrera, fue mi padre de hecho que me sugirió que me dedicase al canto. Y yo le dije que no, que no quería tener nada que ver con la música. ¡Una mentira total que me hice a mí misma! Pero sabía que no quería estudiar y asistir a clases de teoría. Quería hacer cosas y por eso acabé estudiando Bellas Artes. Siento que tu persona es más privada en el campo de las artes. Y en Saint Martins había bastantes músicos. Así que en cierto modo empecé a acercarme a la música gracias a ese contexto. Siempre estaba en el estudio de edición de vídeo y los profesores de vídeo me enviaban música experimental porque se enteraban de lo que hacía. El Reino Unido es bueno para el arte sonoro y son muy abiertos. Saint Martins es un lugar muy extraño, especial y difícil, pero aprendí mucho y es muy importante en mi forma de trabajar ahora.»

Tal y como reivindica la cantautora, su formación en artes visuales tanto académica como familiar nutre su práctica musical. Sus recitales y conciertos —que se asemejan más a un ritual chamánico o una procesión fúnebre pagana que a un concierto de Caroline Polacheck— suelen incorporar elementos de atrezzo inusuales como un diván, velas con portavelas de bronce e indumentario diverso que ha incluido una shapka ushanka, una camisola de su abuela, una taza con forma de una rana… Sobre sus decisiones estéticas Adelaida reclama:

«Obviamente, el álbum tiene un componente visual muy fuerte. Las imágenes son esenciales. Lo bonito de la música es que es invisible. Eso me encanta. Pero dar al público una imagen para que pueda digerir es muy alimentador. Sobre todo cuando haces música experimental. Pero Saint Martins era un entorno muy competitivo. Tienes que aparecer por todos lados, estar ahí, insistir… así que después de todos estos años en un lugar tan competitivo y creativo con gente con tanto talento… ¡pues es como si nadie lo fuese porque todas lo son! A la vez, te empuja y yo aprendí a insistir y a seguir adelante. Creía que no sabía hacer música. Dudaba de mí misma al principio, cuando empezaba a hacer piezas sonoras y las respuestas de las amigas siempre eran positivas.»

Fotografía de Bo Bannink. Cortesía de Bo Bannink y Adelaida.

Luego, comparte sus reflexiones sobre la música que, según ella, «se puede escuchar en cualquier contexto. Es brillante porque en cierto modo pierdes mucho control sobre la obra, mientras que en las artes visuales tienes más control sobre dónde se expone, cómo quieres que la gente la vea y la experimente. En el caso de la música, la pones a disposición del público y puede que un oyente la escuche mientras se ducha y esos sonidos cotidianos se mezclan con la música. O en una fiesta, la gente habla mucho y no hace mucho caso a la música y cae al fondo del entorno. Se pierden algunas cosas pero se ganan otras, como la visibilidad. Creo que mi música es muy visual por mi formación en Bellas Artes. También, he visto mucho cine en Londres ya que siempre estuve en el British Film Institute. Es muy fácil para mí dar una imagen a mi trabajo porque ya evoca muchas cosas visuales.»

Añade Bo: «También en la forma en que produces tu música, en la estratificación de los elementos, la naturaleza lúdica… la metodología se parece mucho al montaje de tus vídeos y es muy reconocible.»

Adelaida en Sala Taro. Fotografía de Aurora Glez. Cortesía de las artistas.

Björk, quien lanzó su décimo LP, Fossora, dos días después del estreno de Cántaro, lanzó paralelamente una serie de podcasts llamada Sonic Symbolism (‘Simbolismo sonoro’) en la cual la artista islandesa indaga en sus 10 discos con amigos poetas y músicos, analizando y descifrando las decisiones gráficas, visuales y texturales que ha ido tomando a lo largo de su carrera polifacética. Cada portada sirve de «pasaporte» al mundo interior del disco. Claramente, la artista islandesa pretende mantener una cohesión omnipresente en todos los aspectos de sus discos pero no sería posible sin los diálogos con artistas míticos como Alexander McQueen, Nick Knight, Eiko Ishioka, Inez & Vinoodh, Jesse Kanda, Viðar Logi y más. La colaboración con la productora visual holandesa, Bo Bannink, nace de varios diálogos que van en la misma línea. Al preguntar sobre cómo surgió la relación se detona una charla tierna y energética entre las dos:

Bo: «¡Creo que surgió de una admiración mutua!»

Adelaida: «A ver: tengo que decir que en algún momento se convirtió en algo mutuo, ¡pero al principio era yo quien la admiraba a ella! Me enteré de que Bo se había mudado a Barcelona y ya conocía su trabajo. Sólo había escrito tres canciones, pero sentí que ella ya me conocía por cómo trabajaba.»

B: «Organicé un evento para Cabaret Internet, y fue durante ese evento que Adelaida hizo su primer concierto en Barcelona, pero su segunda actuación en total. Desde el primer momento me quedé hipnotizada por la forma en que ella se expresa, la música, los sonidos que crea, e inmediatamente empecé a crear historias visuales en mi cabeza. ¡Ni siquiera entiendo el catalán! En cambio recibí más sentimientos que otra cosa. Hice mi propio mundo a partir de la música. Así que tenía estas imágenes y entonces empezamos a hablar y le propuse hacer algo juntas y ella dijo con mucha ilusión que sí. Fue muy fácil cuando nos reunimos por primera vez. Le conté las imágenes que tenía en la cabeza y a ella le parecieron perfectas.»

A: «Trajo un portafolio con bocetos para cada canción que habíamos hablado.»

B: «Realmente congeniamos. Nunca he tenido una colaboración que haya ido tan bien.»

A: «La primera reunión que tuvimos duró, nada, unos 10 minutos y se me puso la piel de gallina. De allí hicimos tres visualizadores. Fue una especie de primer intento de colaboración, y fue tan bien que los dos queríamos hacer más. Los realizamos en las Terres de l’Ebre y Moià entre agosto y noviembre de 2022.»

Tal y como hemos establecido, Bo es una artista visual y directora artística aparte de ser jefa redactora de una revista de cultura, moda y arte con base en Barcelona y Rotterdam: «En la revista colaboro con una colega, que es la cofundadora, y ella vive en Rotterdam, por lo que seguimos teniendo parte de nuestra sede allí y luego aquí Barcelona. Nos gusta mucho la idea de ampliar nuestra red y por eso nos gusta hacer eventos aquí en Barcelona y en los Países Bajos aprovechandonos de los dos entornos. Recientemente hemos invitado a una escritora y comisaria a colaborar con nosotros.»

Volviendo a la obra de Adelaida y su colaboración insólita, la fluidez en el proceso de Bo es esencial al resultado. Al preguntar cuáles imágenes le había llegado al experimentar el mundo de Adelaida por primera vez, Bo sugiere que «se me creó una especie de paisaje surrealista de hadas. Me encanta trabajar en la naturaleza. Es mi principal fuente de inspiración. Así que asocié su música con una sensación acuática, de sirena. Al oír cómo canta, me surgió un cierto azul claro que acabamos usando un par de veces. No era filosófico: sólo imágenes directas que me venían a la cabeza, así que había mucha intuición y armonía. En este sentido fue un proceso de ideación muy directo. Otro aspecto que me encanta de su música y que hago a mi manera es el uso de capas: elegir un lugar específico, construir el estilismo y la escenografía a partir de él y ver cómo estos componentes se pueden unir.»

Adelaida en Arts Santa Mònica. Fotografía de Bo Bannink. Cortesía de Bo Bannink y Adelaida.

Hay un aspecto de realeza, pero no monárquica, en las imágenes que acompañan al disco. Una eminencia, una presencia fuerte como un nacimiento; una placenta brillante que se puede apreciar en la misma portada impactante en que Adelaida se baña en aguas esmeraldas llevando un explosivo mono carmesí.

A: «La portada es una especie de fénix de Ofelia. Está despertando y a punto de emerger. Bo es una reina del color. Hicimos muchas compras de segunda mano con la intención de encontrar materiales y luego trabajando directamente con ellos de manera improvisada.»

Portada de ‘Cántaro.’ Fotografía de Bo Bannink. Diseño de Gina Guasch. Cortesía de Bo Bannink y Adelaida.

B: «Claro es decir hacer un uso de materiales no convencionales para crear ciertas formas que recuerdan a una crisálida, por ejemplo. En general, a veces estábamos tan metidas en el proceso que empezamos a crear otras imágenes que no habíamos planeado. Por ejemplo, la portada no estaba planeada. Era la imagen más fuerte que habíamos creado y fue improvisada. Le dedicamos unos 10 o 20 minutos. Me encanta trabajar con altos contrastes, así que cuando ves el rojo brillante con el verde esmeralda del agua es un orgasmo visual. Muy llamativo.»

El proceso de colaboración de las dos es poco dialéctico. Las dos van tejiendo y construyendo durante sus sesiones en vez de pasar mucho tiempo realizando bocetos y esquemas. De algún modo, sin embargo, la estética casi barroca o inspirada en el rococó que articulan las imágenes no puede ser por casualidad.

B: «Creo que se nota mucho la influencia de tu abuela ya que quieres incorporar cosas que heredaste de ella. En mi caso, es extraño: no soy fan de la pintura clásica, pero luego, cuando pienso en mi obra, es una versión contemporánea de la tradición clásica; una actualización. Así que claro que me siento influenciada por los supuestos grandes maestros. En cuanto a la técnica es increíble la precisión, pero no es para mí. Sin embargo, admito que son influencias en cuanto a cómo compongo el color, la forma, el volumen, el vestuario. Es muy dramático.»

Retrato de Bo Bannink. Cortesía de Bo Bannink.

A: «También creo que tengo una cara vieja que ayuda mucho. (Se ríe) Hay algo en mi cara que no es muy contemporáneo. Así que es una capa extra. Pero más allá de eso, hay una narrativa en las letras que habla del desamor que es tan histórico. Un dolor que es histórico y que no es sólo mío. Cuando salgo al escenario, hablo desde mi experiencia, pero no hablo de mí. Por eso me gusta tener cosas de mi abuela y de otras mujeres. No soy sólo yo reivindicando estos sentimientos. Así me conecto con más gente. No puedo expresarlo con palabras pero hay una presencia en los visuales que es contemporánea pero no al mismo tiempo.»

Destacamos una tendencia iniciada por artistas femeninas y queer que deciden mantenerse fieles a sí mismas y no tener miedo a ser vulnerables y radicales incluso al principio de sus carreras. Preguntamos si Adelaida considera que forme parte de ella:

A: «Es totalmente político. Y mi formación en Bellas Artes también tiene que ver con esto. No intento hacer música pop, aunque lo considero así. Pero no se trata de la etiqueta o de tener un single de éxito. Por supuesto que quiero que la gente escuche mi música durante mucho tiempo. Pero es importante recalcar que trabajo a partir de mi experiencia desde un punto de vista politizado e irónicamente gran parte de mi proceso es impulsivo y lúdico…es una extensión de cómo vivo y trabajo.»

B: «Es muy acertado el hecho de que vengas de las artes y que no hagas una aproximación a la música con la intención de ser la mayor estrella del pop. Has aprendido a expresarte y a crecer a partir de ahí.»

Como nota final, Adelaida destaca lo que considera la columna vertebral de su disco y, con ello, de su objetivo como artista: «Lo que me gusta del amor, es que es universal. Es increíble si consigues hablar del amor. Es muy radical hacerlo. Ahora me siento súper desnuda. Pero estoy orgullosa. Lo personal es político, citando a Judith Butler.»

Cántaro se puede escuchar en Spotify, Bandcamp, Soundcloud y YouTube.

Adelaida en Sala Taro. Fotografía de Aurora Glez. Cortesía de las artistas.
Gabriel Virgilio Luciani

Sobre el autor

La esfera de investigación llevada a cabo por la comisaria Gabriel Virgilio Luciani (Atlanta, 1995) se encuentra en una intersección gaseosa entre la poesía, las neocorporeidades, la teoría queer, la magia y la afectividad objetual. Estas esferas de investigación las ha ido explorando mediante exposiciones formales, publicaciones e intervenciones poéticas en los últimos seis años, y muchas de las cuales realizadas mientras cursaba el Grado de Artes y Diseño en la Escola Massana. Entre los años 2016-2019, la mayor parte de su práctica curatorial la llevó a cabo ejerciendo de comisaria en el espacio autogestionado de referencia, La Cera 13, fundado por artistas jóvenes que moldearon un laboratorio altamente experimental y radical en el Raval. En 2020, acabó su Máster en Comisariado de Artes Digitales en la Universitat Ramon Llull, durante el cual trabajaba para el director de la galería Dilalica. En 2019-2020, hizo de residente curatorial junto con Margot Cuevas a Tangent Projects en L’Hospitalet de Llobregat que concluyó con el comisariado de una exposición colectiva en el espacio expositivo en octubre 2020. A lo largo los últimos seis años, sus exposiciones han sido incluidas en varias ediciones de ArtNou y Loop, y ha comisariado y co-comisariado proyectos en THEFLOOR, The Charlotte Art League, la Cera 13, TKM Room, l’Escola Massana, àngels barcelona espai 2, Tangent Projects, L&B gallery, Galeria H2O, Espai Souvenir y en el Reial Cercle Artístic dentro del marco de Loop. Desde septiembre de 2021 es Jefa de Redacción de la revista digital exibart.es.