El Museo Centro de Arte Dos de Mayo (Móstoles, Madrid) inicia su programación expositiva de 2026 con dos proyectos que, sin pretender ofrecer una panorámica cerrada del año, permiten intuir algunas de las líneas de trabajo que atraviesan la institución. Las exposiciones dedicadas a Ester Partegàs (La Garriga, 1972) y Dorothy Iannone (Boston, 1933 – Berlín, 2022) se sitúan en registros formales y generacionales distintos, pero comparten una atención crítica a los modos en que el arte construye relato, deseo y experiencia desde posiciones no normativas.
La muestra de Ester Partegàs, coproducida con Es Baluard Museu d’Art Contemporani de Palma y comisariada por Bea Espejo, propone una lectura amplia de más de tres décadas de producción sin adoptar el formato clásico de retrospectiva. En lugar de ordenar la obra según una cronología lineal, el proyecto plantea un recorrido circular que subraya la inestabilidad, el desplazamiento y la reiteración como estrategias centrales en la práctica de la artista. Esta estructura refuerza una idea de tiempo no progresivo, más próxima a la deriva o al retorno que al avance acumulativo.
El concepto de «arquitectura menor», que dal el título a la exposición, funciona aquí como herramienta crítica para atender a formas de construcción alejadas de los modelos hegemónicos: estructuras vernáculas, gestos improvisados, soluciones precarias o saberes sin legitimación académica. La obra de Partegàs se sitúa así en un territorio donde lo material, lo corporal y lo simbólico se entrelazan, activando tensiones entre escala, función y significado. El interés por lo marginal, lo femenino y lo no monumental atraviesa el proyecto y conecta con debates contemporáneos sobre cómo se construyen–y se invisibilizan–determinadas tradiciones culturales.
Por su parte, Una y otra vez, la exposición dedicada a Dorothy Iannone, comisariada por Tania Pardo (directora de CA2M), supone la primera monográfica de la artista en una institución española. El proyecto aborda una trayectoria marcada por la insistencia en el deseo femenino, la autobiografía y la libertad de expresión, elementos que situaron su obra en conflicto con los marcos morales y culturales dominantes desde los años sesenta. Sin adscribirse de manera explícita a ningún movimiento, Iannone desarrolló un lenguaje propio en el que texto e imagen, erotismo y espiritualidad, experiencia personal y dimensión política se articulan de forma inseparable.
El recorrido expositivo se organiza en distintos núcleos temáticos que permiten leer su producción como un proyecto vital sostenido en el tiempo. El uso reiterado de la escritura, la voz y el sonido, así como la figuración explícita, no responde a una voluntad provocadora aislada, sino a una concepción del arte como espacio de afirmación subjetiva y resistencia frente a la censura. En este sentido, la exposición pone en valor la coherencia de una práctica que entendió la repetición y la persistencia como formas de posicionamiento ético.
