En un momento en que los museos se ven obligados a repensarse como agentes activos dentro de un paisaje marcado por mutaciones sociales, tecnológicas y ecológicas, el Museu Tàpies (Barcelona) presenta para 2026 una programación que convierte su propia tradición en materia de interrogación. Más que ofrecer un conjunto de exposiciones autónomas, la institución articula una narrativa transversal en la que el legado de Antoni Tàpies funciona como fuerza centrífuga: no un punto de llegada, sino un campo desde el que releer, tensar y expandir los relatos del arte contemporáneo.
La temporada se abre con Antoni Tàpies. El moviment perpetu del mur (12 de febrero – 6 de septiembre), un proyecto que revisita la década de 1950 como momento decisivo en la transformación del artista. Lejos de limitarse a una reconstrucción historiográfica, la exposición identifica las modalidades de exhibición de cuatro muestras individuales como clave para comprender cómo Tàpies ensayó dispositivos capaces de hacer del muro–desde entonces, su elemento icónico–un organismo vivo. La curaduría de Imma Prieto (Directora del Museu) y Pablo Allepuz insistirá en esta dimensión dinámica: el muro deja de ser frontera y se convierte en interfaz donde convergen arquitectura moderna, diseño gráfico, urbanismo incipiente y una sensibilidad que preludia el informalismo matérico. La modernidad, así, se presenta no como una etapa ya clausurada, sino como un horizonte en permanente tensión.
Esa misma tensión, entendida como desplazamiento y resistencia, atraviesará Àngel Jové. De Intactu (19 de marzo – 27 de septiembre), la primera gran retrospectiva del artista originario de Lérida. Si Tàpies ensayaba el muro como espacio de fricción, Jové operaba desde el intersticio: sus dibujos, series metafísicas, esculturas y piezas fílmicas construyen una poética de lo mínimo, pero profundamente crítica con los sistemas normativos del tardofranquismo y la transición. La comisaria Maria Josep Balsach plantea la muestra como una constelación anacrónica que rehúye la linealidad histórica para subrayar el carácter excéntrico y experimental de Jové, figura que atraviesa arte povera, conceptualismo y diseño sin pertenecer por completo a ninguno de estos territorios. Su presencia en la programación no solo dialoga materialmente con Tàpies–ambos atentos a la potencia política de los objetos–sino que actualiza la genealogía de la contracultura visual catalana.

La segunda mitad del año se adentra en una dimensión más explícitamente política con Tàpies, Portabella. Política de l’amistat (29 de septiembre – febrero de 2027), investigación impulsada por el Institut de Derives Crítiques. Aquí, el foco se desplaza desde la materialidad del muro hasta la arquitectura invisible de las relaciones. La amistad entre Antoni Tàpies y el cineasta Pere Portabella, lejos de ser anecdótica, se presenta como una forma de comunidad crítica capaz de sostener disenso, divergencia y compromiso político durante décadas. La exposición funciona como un mapa expandido donde confluye una red de cineastas, activistas, intelectuales y artistas que, desde el franquismo hasta la democracia, asumieron la crítica como método. En conjunto, el proyecto invoca una pregunta urgente: ¿cómo seguir imaginando alianzas culturales en un presente atravesado por estrategias de polarización?
En diálogo con esta mirada política, pero desde un eje temporal y geográfico ampliado, Cristina Lucas. E-conmotion (septiembre 2026 – febrero 2027) ofrece una lectura sensorial de las revoluciones industriales. Lucas disecciona las materialidades que han definido la modernidad técnica: carbón, petróleo, silicio y microchips aparecen como estratos de poder que condicionan tanto los imaginarios culturales como los modos de subjetivación. Gracias a la colaboración con la Fundació Ventós, cada revolución se activa como experiencia sensorial, subrayando cómo los regímenes industriales no solo reordenan economías, sino también cuerpos, emociones y ecosistemas. Así, Lucas propone una arqueología material del capitalismo fósil y digital que interpela directamente nuestro presente.
La programación culmina con la primera exposición en Barcelona de Penny Siopis (22 de octubre de 2026 – marzo de 2027), artista sudafricana cuya obra despliega un vocabulario de la herida. En Shame, serie que articula el corazón de la muestra, cuerpos desbordados o fragmentados recodifican la vergüenza como afecto político, atravesado por las memorias del apartheid, la violencia colonial y las tensiones contemporáneas entre identidad y relato. Sus ensamblajes de objetos y archivos sellados–como Charmed Lives–dialogan de manera incisiva con la dimensión simbólica de Tàpies: si el artista catalán trabaja desde la rugosidad de la materia, Siopis activa un archivo emocional donde la fragilidad se convierte en posibilidad de catarsis. La exposición amplía así el eje de reflexión del museo hacia un Sur global cuya memoria política reconfigura las geografías del dolor y la reparación.

Este conjunto expositivo encuentra su contrapunto en Extramurs 2026, donde Dora García convierte la ciudad en laboratorio de narración colectiva. Sus intervenciones, desarrolladas entre julio y diciembre en colaboración con el Festival Grec, La Capella y EINA, expandirán el museo hacia el espacio público para pensar la disidencia, la escucha y la construcción de relatos alternativos.
Los programas públicos del museo, lejos de servir como mero acompañamiento, sostienen esta arquitectura conceptual. Les cadires de Tàpies y Seguint el sol parten de la voz y del gesto mínimo para activar nuevas ecologías de mediación, haciendo de la terraza o las salas del museo espacios performativos donde la creación contemporánea entra en fricción directa con el legado de Tàpies. A ello se suman los simposios, las jornadas de estudio y las residencias de investigación, que consolidan al museo como un lugar donde pensamiento, arte y pedagogías críticas se articulan como un mismo campo de acción.
En su conjunto, la programación 2026 del Museu Tàpies no se limita a releer el legado de su artista epónimo: lo utiliza como punto de partida para examinar cómo se generan (¡y se desmontan!) los relatos del arte contemporáneo. El museo propone una cartografía donde memoria, política y experiencia sensorial configuran un nuevo horizonte para pensar, desde el arte, los desafíos de nuestro tiempo.

para ELAMOR, 2025.
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